
Leo Dan (Leopoldo Dante Tévez) se identificó con el apodo Leo y con el apócope de su segundo nombre formó un apellido: Dan.
Los antropónimos (Nombre propio de personas) y los apellidos (Nombre de familia con que se distinguen las personas de diferentes familias) tienen orígenes comunes. Unos apellidos derivan de nombres: Fernández, de Fernando; Álvarez, de Álvaro; Sánchez, de Sancho.
En cambio, otros apellidos se han originado usando palabras que fungen como nombres de pila: Francisco, Mauricio, Leonardo, Ramón.
Algunos apellidos guardan relación fonética y grafica con nombres propios, y su morfología aparenta derivación.
En ese grupo entran los apellidos terminados en /in/ acentuada. Esa terminación se emplea en español para formar diminutivos y despectivos a partir de adjetivos y nombres. Ejemplos: pequeñín, cebollín, cornetín.

Entre los apellidos terminados en /ín/ y que parecen hipocorísticos (nombres afectivos) tenemos: Pachín, Machín, Ortín, Cepín, Cesín, Marín, Pepín, Darín, Ardavín, Magarín, Rubín, Alfonsín. A ellos puede sumarse el apellido Moní, que bien parece una reducción de Ramonita.
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Otros apellidos que fungen como sobrenombres afectivos femeninos son: Tita, Nina, Nanita, Chea. Por igual el apellido Nin, contado entre los pocos de una sílaba y que es también un apodo cariñoso. Tita, como apellido, no es de pura hispanidad, pero anda por diferentes países. Por igual, Chea es de origen asiático, pero entre nosotros se asentó por la migración china y adquirió fama por el cineasta Claudio Chea.
Pepén, apellido del primer obispo de La Altagracia, funge de sobrenombre, mayormente para hombres llamados José.
El segundo apellido del historiador Fernando Pérez Memén es también apodo masculino. Unos apellidos se han formado a partir de características físicas de sus primeros portadores. Veamos los que tienen que ver con los colores: Blanco, Moreno, Rubio, Prieto, Pinto, Canelo, Bermejo.
Todos parecen originarse en la intención burlesca. Prieto, Pinto, Canelo y Bermejo, en rol de palabras comunes, funcionan como colores de animales (toro prieto, gallo pinto, gallo canelo, caballo bermejo…). No pocas personas tienen como apodo Blanco o Blanca, Moreno o Morena, Rubio o Rubia, Prieto o Prieta. Otras los llevan como apellidos.
En la actualidad, quienes lleven los apellidos Pequeño, Redondo, Cuadrado, Gestoso, Obeso, Grueso, Cruel o Flacono necesariamente obedecen a las características que indican esas palabras.
Sin embargo, quien sea llamado por uno de esos vocablos en función de mote, es seguro que algo de eso muestra en su físico o en su conducta. Por ejemplo, a quien apoden Pequeño será de baja estatura, mientras que Redondo, Obeso y Grueso serán aplicados en forma descortés a personas de un diámetro corporal fuera de lo común.
Los apodos Gordo y Flaco (también apellidos) se convierten en unos casos en apelativos agradables, tolerados por quienes presentan tales condiciones, así tenemos El Gordo de la Semana (Freddy Beras Goico), La Gorda de Oro (Myrta Silva), el Flaco de Oro (Agustín Lara).
Los dominicanos tildamos de “gestoso” a un sujeto presumido, pero Jorge Gestoso, presentador de noticias de una cadena internacional, ni siquiera se entera.
El apellido Pachón, de origen asturiano, es lo más parecido a un nombre afectivo en nuestro país. Recordemos a Juan José Matos Rivera (Pachón), maestro de ajedrez.
En tiempos de mi infancia llegó a Miches un hombre que poseía una vieja camioneta y se dedicó a comprar cangrejos para revender.
Se llamaba José y allá se le agregó el apellido Cangrejo: José Cangrejo. En mi adultez, tuve trato con un editor colombiano cuya empresa se nombra con su apellido: Cangrejo Editores.
Gato, Gañán, Garrote, Corredera y Cruel tienen apariencia de nombres despectivos, pero quienes llevan esos apellidos no lo ven así. Diferentes suenan al oído apellidos como Leo, Rubín y Rico, que a la vez son apodos llevaderos.
Alatriste, Del Toro, Grano de Oro, Cabeza de Vaca, Barriga y Pieldelobo podrán encerrar rareza, pero apellidos son.