Hay muros de toda clase. El de Berlín, que nos hizo llorar a tantos con sus fusilados en el proceso de escape, historias difundidas masivamente por las mismas agencias que hoy publicitan la necesidad de un muro electrizado en la frontera entre USA y México; muros como el que proponen los nacionaleros separándonos de Haití, como si el contén a la avaricia de cierta clase empresarial estuviera en los blocks y el cemento y no en la prohibición de la mano de obra indocumentada; y los peores muros: los del desprecio y el silencio, como el que sufriera la primera médico dominicana: Dra. Andrea Evangelina Perozo, a quien reseña Zaglul en su biografía.
Están también los muros del ninguneo y los muros inteligentes, esos que anteponen a figuras potables frente a quienes pueden, con su persistencia, derrumbarlos.
“Hay una frase en mi pueblo que dice: Sigue aporreando el muro, que eventualmente se caerá”, me dijo un ciudadano eminente y eso intento, en un área inescapable: mi condición de mujer e intelectual.
Es por eso que trabajo con mis obsesiones: Eva, la Salomé bíblica, Salomé Ureña, Camila Henríquez, Aida Cartagena, y Julia de Burgos, como he trabajado con Emily Dickinson, Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Carmen Natalia Martínez Bonilla y desde hace unos años la Dra. Andrea Evangelina Rodríguez.
Todas fueron víctimas de muros, murallas de silencio, de intransigencia, de ninguneo, de violencia política y de violencia doméstica. Todas fueron a pesar del no ser que les infligian. En todas las palabra se impuso, el verbo, el verso denunciatorio, la belleza del mundo imaginado, el triunfo del amor verdadero, de la esperanza en otra humanidad posible, aunque no lograran parirse sin dolor, en el Génesis particular adonde las condenaran.
¿De qué sirve recordarlas? Más allá de la estatua en el parque que es paraíso de palomas, o un recital anual, o conferencia?.
Sirve para revivir las y recordarle a las mujeres que luchar vale la pena, que otro mundo, otra sociedad, otro amor, otro modo de ser es posible. Sirve para demostrar que los límites se saltan o se derrumban, a porrazos puros, como decía el amigo, a amor puro, a confianza pura en el porvenir.
Es por eso que el miércoles 17 de marzo, en el auditorio de la Universidad Central del Este, se presentara la obra teatral Andrea Evangelina, y lo que es más hermoso aun: 75 muchachas de la Facultad de Epidemiologia harán guardia, una flor blanca en mano, en la tumba de Evangelina en un corredor que irá hasta la entrada del cementerio, hacia donde marcharemos por primera vez con Evangelina. Otro muro que se derrumba.