La Tierra bajo ataque: un asteroide de 80 m de diámetro estalló en el aire en 1908, en el bosque de Tunguska en Rusia, derribando árboles en un área de 2.150 km². Las 3 siguientes noches fueron tan brillantes en Rusia, que se podía leer sin necesidad de luz artificial. La explosión liberó energía equivalente a 30 megatones. Si hubiese explotado sobre cualquier ciudad la habría desintegrado. El cráter del impacto de 500 metros de diámetro, está a 50 metros de profundidad del lago Checo, en Siberia.
En 1947 un meteorito estalló en las montañas Sijoté-Alín, también en Rusia, su rastro luminoso fue más brillante que el Sol, viajando a 50.400 km/h. Al romperse en fragmentos, desencadenó la lluvia de meteoritos más grande de tiempos recientes. La violenta explosión despedazó 3 montañas.
En 1994 estalló un asteroide en la región llamada Cando, en Galicia, España, matando un ganado completo, lanzando ovejas a 400 km del lugar donde pastaban, al tiempo de arrancar más mil árboles. El objeto dejó dejando un cráter de 25 m de diámetro por 1,5 de profundidad. El llamado asteroide de Cheliabisk penetró la atmósfera de la Tierra en el 2011, a 200 mil km/h, golpeando el sur de los montes Urales, liberó 500 kilotones de energía, 30 veces superior a la bomba atómica de Hiroshima.
Finalmente, un asteroide impactó el Mar Mediterráneo, el 6 de junio del 2002. La detonación equivalió a dos bombas como la de Hiroshima. El objeto se desintegró en el aire por lo que no produjo cráter. Todas estas “pedradas” del espacio tienen algo en común: nunca fueron detectados.