Eddy Nelson Montilla
Eddy.nelson.mm@gmail.com
Hace dos años, España era el país mejor equipado para el turismo entre 140 encuestados según el ranking del Foro Económico Mundial con casi 84 millones de turistas y un gasto en euros que sobrepasaba los 92,000 millones.
Con la covid-19 abriendo las puertas del contagio y con Atropos cortando el hilo de la vida a decenas de miles de españoles, el hundimiento del turismo internacional, la pérdida de miles de empleos y el descalabro del producto interno bruto de esa nación era solo cuestión de tiempo. Hoy, España es el país de la Unión Europea que tardará más en recuperarse de los estragos causados por la pandemia. Y si eso le ha sucedido a España, un país acojinado con millones de euros en ayudas y préstamos para solventar la crisis, ¿qué podríamos esperar nosotros? Sería mejor ni pensarlo: nuestra situación no aguanta ni admite tal comparación.
Leonel Fernández ha sido un político de errores y aciertos. Uno de sus aciertos fue sentar las bases para la modernización de nuestra economía, pues antes de él, prácticamente no había nada en ese sentido.
Trujillo gobernaba el país como una finca personal; de Balaguer, dicen algunas historias que yo escuchaba cuando niño, que llevaba las cuentas en un cuadernillo sobre cuánto dinero recaudaba para poder hacer sus obras y del gobierno de Hipólito Mejía, no vale la pena hablar en cuanto a ese tema. Sin embargo, que nadie interprete mal ni quiera ver oro donde solo hay piritas, “el oro de los tontos”, como se le conoce comúnmente.
Es que ni Leonel ni Danilo ni su PLD realizaron grandes logros en materia económica que pudieran sacar al pueblo de la pobreza, sino más bien aciertos a medias, ya que todavía en el año 2016, 30.5 % de la población vivía por debajo de la línea de la pobreza (basado en los datos de Indexmundi), lo cual no parece haber cambiado significativamente juzgando cómo la gente sigue mendigando por nuestras calles.
Si pasamos el “grandioso modelo económico” del PLD por la lupa del análisis, nos quedaremos anonadados con la realidad: inversión extranjera, término que suena bonito, pero que se ha traducido en pérdida de nuestras industrias nacionales y venta de propiedades a extranjeros quienes se llevan la mayor parte de las ganancias, dejando al país con empleos informales atiborrados de salarios de miseria.
Nuestros minerales a manos de mineras extranjeras que dejan el mismo resultado anterior. Mayor fomento de la exportación de nuestros productos agrícolas, pero al no ser procesados, pierden su valor real, ganando así solo los países que los compran y los procesan para posteriormente duplicar o triplicar el precio.
Entrando en una tienda especializada en productos extranjeros, me llamó la atención el precio del mango procesado como fruta seca: menos de 80 gramos que cualquier dominicano promedio puede engullir fácilmente por 400 yenes (casi 4 dólares).
Vi el precio exorbitante de las cajas de bombones, no aguanté más y me fui a otro lugar pensando qué rayos nos impide a nosotros procesar un mango y por qué rayos vendemos nuestro cacao a Europa en vez de hacer chocolates con la misma calidad que los franceses, suizos y belgas para venderlos al mismo precio que ellos.
Esta pandemia pasará, sí, pero los expertos apuntan que, tarde o temprano, vendrá otra forma que pondrá en jaque nuestra economía de sol y playa. Lo mismo sucederá con la agricultura por el cambio climático.
En consecuencia, sin un cambio de modelo económico, como tanto hemos pregonado, nuestro país está condenado a caminar de la mano con la miseria. Y como siempre se dice que hay que cambiar el modelo, pero nunca se dice cómo, veamos hoy una respuesta: imitemos el modelo económico de Singapur. Hasta donde tengo entendido, el presidente Abinader es un economista de excelente formación académica. Las personas normales ven problemas en los problemas; los grandes, en cambio, ven oportunidades de crecimiento.
El presidente Abinader y su equipo económico de gobierno tienen, pues, la oportunidad de demostrar cuán grandes ellos pueden llegar a ser con un cambio real de nuestra economía. El futuro dirá.
El autor es periodista