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Capitalismo y democracia

Capitalismo y democracia

Juan Taveras Hernández

Sin dudas hemos avanzado. ¡Y seguiremos avanzando conforme pase el tiempo! Pero aún es mucho lo que, como país, nos queda por recorrer si pretendemos alcanzar un nivel de desarrollo político, económico, cultural, científico y tecnológico, que nos iguale con otros países desarrollados, a pesar de tener un territorio pequeño y una población igualmente pequeña, pero educada, como el que lograron, en relativamente poco tiempo, los llamados “Tigres Asiáticos”, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong, que pasó, de ser una colonia británica, a formar parte de China, al igual que Taiwán, que el régimen socialista de China lo considera parte de su territorio.

La República Dominicana, con sus 48 mil y tantos kilómetros de territorio y una población que no llega a 12 millones, con tierras fértiles, agua potable, árboles y bosques, ríos y montañas, “tierras raras”, mucho oro y otros metales preciosos, posiblemente petróleo, tiene condiciones de sobra para ser un país desarrollado y próspero. Sin embargo, pese a todo ello, seguimos siendo una nación subdesarrollada, pobre, aunque creamos lo contrario.

¿Qué ha pasado? ¿En que hemos fallado? ¿Qué hemos hecho mal o que hemos dejado de hacer bien? No tengo todas las respuestas, pero de que hemos fallado, no hay dudas. Es probable que la dependencia de Estados Unidos no nos haya permitido encontrar nuestro propio destino, como pueblo. El dictador mexicano Porfirio Díaz dijo: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Lo mismo podríamos decir de Cuba, Puerto Rico, Panamá, El Salvador, Venezuela, Bolivia y otros países del continente.

Pero no ha sido eso, solo; es, como dijera el poeta, que no nos hemos puesto los pantalones largos. Hemos estado atado por la historia. Nuestra propia idiosincrasia ha sido un freno cultural. Hay quien habla desde su propia perspectiva, del “ocaso de la nación dominicana”, permitiendo que menos de 30 familias, junto al Imperio, en complicidad con los dirigentes políticos, sean los verdaderos dueños del país, acumulando riquezas exponenciales mientras la mayoría del pueblo sufre toda clase de penurias; falta de educación, salud, viviendas dignas, empleos dignos, seguridad social y seguridad ciudadana.

En la República Dominicana la democracia es “mala y cara”. Unos iguales son más iguales que otro. Las cárceles están hechas para los desamparados de la fortuna, para los pobres, que, como dijera Eduardo Galeano, “valen menos que la bala que los mata”. Los ricos y poderosos rara vez terminan enjuiciados y encarcelados; los pobres, por el contrario, abarrotan las cárceles hasta por “robarse” un racimo de plátanos para alimentar a sus hijos.

La democracia no es para todos. Es para los poderosos, para las 30 familias y sus socios, los políticos corruptos, protegidos por militares y policías, fiscales, jueces, abogados y periodistas.