Como en todas las decisiones que deben tomarse, asumir una u otra depende del contexto y las circunstancias prevalecientes en el momento que se trate. Así planteada, la designación de Carolina Mejía como acompañante del candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno, ha sido una buena selección.
Me hago cargo de que lo ideal lo representaba que la posición hubiese sido ofrecida a un dirigente de una organización partidaria con la cual se habría ampliado la estructuración del necesario frente opositor, determinante para incrementar las posibilidades electorales de quienes pretendan desplazar del poder un gobierno que desarrolla un proyecto reeleccionista, con todo lo que eso implica en un país como el nuestro.
No obstante, es evidente que eso no pudo concretizarse, al menos en la dimensión deseada. En ese escenario, la elección de una persona con las características de la escogida, es trascendente y, algo importante, evitó una alternativa rumorada que habría significado una contradicción con la premisa esencial con la cual se proyecta la principal candidatura opositora, como es la noción de cambio.
Desde mi perspectiva, ahí radica el elemento más valioso de la candidatura de Carolina Mejía, en el sentido de consolidar la idea de que la fórmula de Luis Abinader y ella representa una diferenciación con la propuesta gubernamental, lo cual queda reforzado ante la masiva repetición de las ofertas de su adversario fundamental. Una gestión partidaria prolongada en el tiempo pretende continuar, desdeñando incluso una mínima renovación de su menú electoral. Esa deficiencia resalta enfrentada a una contraparte refrescante.
De otro lado, para la campaña de Luis Abinader resulta imprescindible contar con la integración a su máxima potencia de un liderazgo tan particular como el que representa Hipólito Mejía y su capacidad de conectar con un segmento importante de la población. Con la presencia de su hija enarbolando la segunda candidatura en jerarquía, se garantiza que todo lo que representa un ex presidente dotado de carisma, se coloque al servicio del proyecto de su partido, sellando de esa forma la unidad interna.
Nadie discute la incidencia del voto femenino ni lo que revelan las encuestas sobre la necesidad de la candidatura de Abinader de aumentar su caudal de apoyo en dicho sector. Ese, en consecuencia, es otro factor que contribuye a la alta valoración de su compañera de boleta, de la cual, por conocerse su potencialidad, no debe dudarse que su exposición pública impactaría de manera positiva.