Soy una de las desafortunadas personas que aún escuchan. No pensé nunca que envidiaría de manera tan intensa a l@s sord@s, únicos habitantes felices de esta Zona Colonial que amamos.
Créame que mi primera visita, en los sitios a que viajo, es a sus Zonas Coloniales.
Ahí está la historia, el olor, la definición de lo que fue ese país, y créame que tanto en Bogotá como en Barcelona, en La Habana, u otras ciudades, las zonas coloniales son lugares que sobrecogen por la belleza de sus edificios y por el comportamieto de su gente.
Ellos y ellas saben donde viven, aprecian el privilegio de habitar un espacio donde el ayer y el hoy se funden y se camina por la misma calle que Salomé Ureña, o se imagina a la familia Duarte almorzando, escuchando sus voces, percibiendo su paso por la vida.
Hoy la Zona Colonial de esta Primada de América ha sido tomada por la marginalidad cultural, no la pobreza, porque hay una diferencia entre ser desaforado, indecente, malhablado y mal comportado y ser pobre.
L@s pobres que conozco son la gente mas respetuosa del mundo, quizás porque saben que siempre han sido las víctimas predilectas de la arbitrariedad oficial.
Son las tres y media de la mañana y un cuartucho convertido en discoteca, El Sartén, que ocupa la mitad de la calle porque no tiene espacio, nos inunda con los gritos de una mujer que se supone canta y anima, nadie le ha dicho que su voz es horrible y que sus patéticos esfuerzos apenas sirven para mantener despierta a toda la vecindad, porque en la zona vive gente.
Son las dos y la discoteca de abajo de un edificio donde viven familias, en lo que debería ser un garaje, cuyo dueño vive en Nueva York y se ha apoderado del patio para extender su discoteca, suenan las sirenas como si la música actual de los jóvenes precise de sirenas, discos rayados y sonidos que asociamos con la droga porque no es música, aturde.
Ellos cierran a las dos, pero hasta esa hora no hay quien duerma.
Y está el parquecito Duarte, hoy refugio no de “los gays”, como nos hacen creer sino de la marginalidad que sale a las cuatro y cinco de la mañana totalmente intoxicada a gritar, porque no hay una Dirección Nacional de Drogas que haga su trabajo.
Y que nadie me diga que no lo pueden hacer porque tienen a los barrios asediados y no dudan en ejecutar a quien haya que ejecutar porque no haya pagado su tarifa.
Usted, Sr. Collado, está permitiendo que nos arrope la barbarie y me pregunto si lo hace adrede.