Tres malos ejemplos
Señor director:
Muchísimos hechos protagonizados por determinados personajes, autoridades e instituciones constituyen malos ejemplos para los espectadores, especialmente para la juventud, y demuestran que con su accionar promueven y practican antivalores, porque el olor y el sabor del poder, los marea y los pone sordos y mudos, contraviniendo el esfuerzo de tantas personas e instituciones que con sus practicas y sus ejemplos promueven los valores humanos de los que carecemos actualmente.

Ernesto Paulino Castillo, extraditado a Estados Unidos por narcotráfico, se difundió que cumplió allí la condena que le fue impuesta, y en la segunda mitad de enero pasado sonó más que el natalicio de Juan Pablo Duarte.

Tras rumorarse que vendría al país, su pueblo natal fue asfaltado y hermoseado por completo (según se ha dicho) para darle un recibimiento jubiloso. También se dice que en negociación con el ministerio público de aquel estado, él habría denunciado a los cómplices de su ilegal negocio; sin embargo, todavía no se conocen militares ni civiles denunciados por él, y lo mismo ha ocurrido con el también extraditado por narcotráfico, José David Figueroa Agosto.
Francisco Alberto Caamaño, líder sobreviviente de la Revolución de Abril del 65, fue asesinado por el alto mando militar en 1973, tras ser capturado vivo del fallido objetivo contra el gobierno gatillo alegre de Balaguer y compartes.

Desde entonces hasta hoy ningún gobernante, ni siquiera los del PLD, ha procurado justicia contra los asesinos de aquel conspicuo defensor de la vuelta a la constitucionalidad del derrocado gobierno de Juan Bosch. Ni siquiera sus restos fueron preservados a la posteridad, pues ahora el Inacif certifica que no corresponden a Caamaño los huesos que se creían eran suyo.

De poco servirá la orden de un tribunal de la República para que reposen en el Panteón Nacional, si hubo tanto odio y mala fe en sus asesinos que no se sabe donde está su osamenta.Tan complicados estamos que el designado del Papa y máximo representante de la Iglesia Católica en el país, en un arranque de cualquier mortal, inadvirtió la tolerancia, sencillez, la ira, el respeto, la soberbia y demás, al resondrar a los sacerdotes jesuitas y al padre Mario Serrano en particular, como represalia por su defensa permanente de los inmigrantes extranjeros, especialmente los haitianos afectados por la sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional.

Lic. Santiago Martínez