Los sin bandera
Señor director:
La República Dominicana tiene todo el derecho a ser un país libre, independiente, soberano y democrático. Las grandes potencias, en el caso haitiano como referencia, no quieren reconocer ese derecho. Los dominicanos se lo han ganado a pulso, consiguiendo su sacrosanto derecho a ser libres por los métodos que demandaron las circunstancias.
La nacionalidad dominicana tiene límites, para Amnistía Internacional, las Naciones Unidas, los Estados Unidos y Francia. Se quiere que sean reconocidos como dominicanos, personas que no tienen bien claro su estatus legal o su origen.
Las leyes se tienen que aplicar con imparcialidad, sin pasiones, sin nacionalismos trasnochados, pero si respetando el principio internacional de reconocimiento a la soberanía de cada nación. La solidaridad siempre debe estar presente, pero ello no se debe confundir con el injerencismo.
Hay que revisar las relaciones del Estado dominicano con los haitianos que residen en este país, sea de forma legal o ilegal. Nadie puede controlar el flujo migratorio por la frontera, y por el contrario allí se desborda el paso de los que vienen a esta parte de la isla tratando de mejorar sus condiciones de vida.
Nunca se han establecido reglas de juego clara. De hecho los viejos haitianos que vinieron cuando Trujillo a picar caña y que son el eje central de la litis en torno a la legalidad de los nacidos en los bateyes, vinieron bajo contrato de trabajo, y luego cayeron al olvido.
Llegaron para la temporada azucarera, pero cuando terminaba la zafra se les dejaba permanecer en territorio nacional porque eran necesarios para sembrar los campos y prepararlos para la próxima zafra. Sus contratos se renovaron automáticamente y aunque carecían de papeles e identificación, en sus orígenes llegaron legales y se mantuvieron trabajando como fantasmas dentro de un gran mal social.
No estamos de acuerdo con Amnistía Internacional en lo que se refiere a declarar a la República Dominicana cmo tierra de apatridas. No es así. En todo caso hay malas informaciones y tratamiento incorrepto de un problema que tiene que ser declarado de urgencia.
Lo que se impone es en primer orden dar papeles de residentes temporales a estos haitianos que son declarados apatrida, y con lentitud estudiar cada caso de forma individual, para ver cuál es la salidad definitiva.
Atentamente,
Manuel Hernández Villeta