Los feminicidios
Señor director:
La ciudadanía ha quedado consternada por el asesinato de cuatro mujeres a manos de un hombre celoso, marido de una de las víctimas, a la que ultimó porque contemplaba viajar a la isla de Guadalupe donde había contraído matrimonio con otro señor de esa nación, para obtener su residencia.
De inmediato se produjeron los editoriales, comentarios, y miles de opiniones sobre una acción criminal que se ha convertido en cotidiana entre los dominicanos.
El problema va más allá del examen de una modalidad criminal que lacera a la sociedad dominicana, dejando centenares de niños huérfanos y un elevado número de hogares destruidos, con las secuelas que deja todo hecho criminal.
Con el caso de las cuatro mujeres asesinadas en La Toroja, Santo Domingo Este, se han incrementado las preocupaciones sobre tales acciones que en vez de disminuir aumentan a medida que pasa el tiempo.
Además, existe un subregistro de los feminicidios, debido a que cuando una mujer es agredida y no muere inmediatamente, sino después, su nombre no se suma a la larga lista de víctimas de los celos y la irracionalidad.
Igualmente cuando una mujer de nacionalidad haitiana es agredida y ultimada por su pareja, las autoridades dominicanas no lo atribuyen a un feminicidio como en los demás casos, sino, a “un pleito entre haitianos”.
Tampoco se tipifica como feminicidio el asesinato de una mujer cuando el hecho no puede ser probado, pese a las evidencias de que fue cometido por su pareja.
En los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas algo anda mal porque ya no se trata de un problema, sino de una epidemia criminal que arropa a todo el país.
Para que los feminicidios no ocurran las autoridades deben instalar las llamadas casas de acogidas de las mujeres maltratadas.
Además, deben prohibir que sea la mujer la que entregue al marido celoso y abusador las citaciones y órdenes de alejamiento como se acostumbra en el país.
Cuando exista sospecha de maltrato o de abuso de parte de un hombre hacia su pareja, el ministerio público debe actuar de oficio sin necesidad de que la mujer se querelle, si es que verdaderamente queremos parar en seco los feminicidios.
Atentamente,
Ruddy Germán Pérez
Periodista