Antecedentes como los casos de Odebrecht y de los aviones Tucano bastan por sí solos para la incertidumbre que prevalece en amplios sectores sobre los resultados de la lucha contra la corrupción.
Al ignorar las críticas a los procedimientos bajo el alegato de que al Ministerio Público lo que le importa es que los hechos sean sancionados, el encargado de la Pepca, Wilson Camacho, hace gala de mala memoria.
Por insuficiencia de pruebas del Ministerio Público son muchos los escándalos que han colapsado en los tribunales y otros que se teme corran la misma suerte.
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Son contados los que hacen la menor ilusión de que podrían concluir con una sentencia acorde a la dimensión de las acusaciones los procesos por corrupción que se ventilan en los tribunales.
Si Camacho no lo sabía en distintos sectores se piensa que el aparente sesgo en las investigaciones tanto en los casos Odebrecht y los Tucano se verificó con el propósito de encubrir a los principales sospechosos.
La lentitud en los procesos Antipulpo, Calamar, Medusa, Coral y otros es vista como parte de una estrategia que involucra tanto a fiscales como a jueces en beneficio de los encartados.
Aunque el director de la Pepca le haya restado importancia a la preocupación sobre el derrotero de los casos de corrupción que se han estructurado, los antecedentes sustentan todo tipo de inquietud.
El Ministerio Público ha dejado mucho que desear en las indagatorias y los procesos. Camacho, que ha participado en varias investigaciones, lo sabe.