Vía contraria
En lugar de la conciliación para superar la crisis que vive Bolivia tras la renuncia del presidente Evo Morales, su actual mandataria, Jeanine Áñez, de lo que se ha ocupado es de atizar la discordia. Su preocupación es borrar de un plumazo, como si se pudiera, el legado de Morales.
No había necesidad de que Áñez rompiera relaciones diplomáticas con Venezuela, lo que no ha hecho ninguno de los países de la región que más adversan al Gobierno de Nicolás Maduro.
Parece que su interés es que se le vea como delfín de Estados Unidos o de cobrar algún tipo de notoriedad. Hasta la misma ruptura con el Alba y la inexistente Unasur resulta un tanto cuestionable en un país partido en dos.
Una muestra del liderazgo de Morales la representan las movilizaciones, algunas de las cuales con saldos trágicos, protagonizadas por indígenas y sectores marginados en demanda de su retorno al poder. Acorralada por los acontecimientos, Áñez ha anunciado que convocará a elecciones lo antes posible.
Pero mientras tanto es necesario que frene la represión de los militares contra los simpatizantes de Morales que reclaman su retorno al poder.