Mejorar contenidos web
Los tiempos digitales y modernos han transformado, para mejor o peor (creo que para mejor) la producción de contenidos que llegan al público, gracias a la democratización que ha aportado la revolución web por redes sociales y páginas de Internet, entre muchas otras formas de comunicación.
El fenómeno tiene sus aspectos positivos y negativos.
Lo positivo radica en el hecho de que los países no dependen de lo que quiera publicar o editorializar un gran periódico, regularmente vinculado al poder y cómplice de las acciones de los regímenes de turno y que eran la única directriz de la opinión pública.
El periodismo escrito sigue siendo la referencia de los círculos de poder y de las instituciones, pero ya no está solo en la pista. El hecho mismo de que los periódicos escritos hayan incursionado en el periodismo digital, incluyendo contenidos exclusivos para sus lectores web, habla de la trascendencia de las nuevas formas de comunicación y tecnología de la información.
Ya lo que ocurre, se sabe. De la forma que sea. Por las columnas olorosas de tinta de los medios escritos o por la instantaneidad de las publicaciones por redes o páginas.
Lo que me ha preocupado de las redes es justamente la falta de control, supervisión, regulación o gerencia de sus temas a publicar y ello ha dado pie al desarrollo de líneas informativas carentes de corroboración de fuentes, ausentes en cuanto a la precisión de su data, a la difusión de temáticas sensacionalistas, amarillistas, chismografías, falsas.
Abunda la información superficial, especulativa, escandalosa, intrusiva en la vida personal e íntima de las personas, presentadas así con categoría de noticias de grandes titulares en procura de estimular el morbo más subyacente para que la gente visite y de muchos “likes”.
Por suerte, el valor que sigue midiendo a quienes publican, es la credibilidad. Una vez que se ofrece una mentira y se comprueba, quien la ha publicado, deja de tener credibilidad, el valor más importante para quien la firma.
Hay que estimular la buena producción de contenidos para los medios web. Se han montado cantidades de campanas de opinión para que ello sea posible. Y nunca será suficiente.
La palabra final debe tenerla la gente que entra a leer cualquier tontería personal de las personalidades del espectáculo, el deporte o la cursilería de los protocolos sociales mal entendidos.