El rol de la DGI
Seamos sinceros: a nadie le agrada pagar impuestos, por lo que la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), no tiene quien le escriba.
Cada quien ve las cargas impositivas como una sustracción “legal” de lo que se ha ganado con su trabajo, sus mercancías o sus servicios.
No existe nadie que declare su afición impositiva, por lo que parece “natural” la tendencia de ricos pobres, de empresarios y humildes empleados, a evadir. Nos duele cada vez que vemos el concepto de ITBI en una factura pagada, o cada vez que la DGII nos advierte que estamos atrasados en nuestras declaraciones, con todo lo que implica el riesgo de no hacerlo, incluyendo la muerte civil en materia de operaciones financieras.
No hemos comprendido la trascendencia del papel de la DGII. Creemos que se trata de un rol recaudador. Pensamos, en nuestra ignorancia impositiva supina, que Impuestos Internos es una especie de pesadilla que nos amenaza con ser la variable oficial perturbadora de nuestros ingresos.
No es así.
Bien entendida, la labor de la DGII es de ser motor del desarrollo, como debe ser en todo país que se respete. La DGII es responsable de que estén disponibles los recursos para elevar la calidad de vida de todos y todas. El problema puede estar con lo que otros funcionarios y lobistas hagan con esos ingresos, conductas que merecen todo el castigo que la ley prescribe.
Hoy día, el exdirector de impuestos internos Guarocuya Félix se encuentra, con la conciencia tranquila, trabajando en el sector privado y anda con sus hijos asistiendo a ver cine de calidad.
El actual director de la DGII, Magín Díaz, es un profesional de los procesos tributarios y la reforma fiscal con máster en economía por la Universidad de Chicago y una especialidad en políticas macroeconómicas por la Universidad de Harvard y es ingeniero industrial, graduado magna cum laude en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, con una visión clara de cómo debe operar el sistema impositivo en función del desarrollo.
Nos falta entender el vital rol de DGII para el desarrollo y el futuro del país, al tiempo de exigir que esos ingresos sean usados para ese sin y nunca para entregarlos infructuosamente a quienes puedan comprometerlos con corrupción y sobornos.