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Como cada Domingo José Rafael Sosa

Como cada  Domingo     José  Rafael Sosa

José Rafael Sosa

Dominicana’s Got Talent

Cuando el dos de diciembre de 2018 se anunció, en un acto cuidado y bien producido en el Palacio de Bellas Artes que el país tendría, a partir de 2019, su versión del certamen Got Talent, no fue poca la gente que dudó que el país pudiera tener capacidades artísticas del nivel de exigencia de esa franquicia, dados los estándares presentados en las emisiones de, por ejemplo, Estados Unidos, Inglaterra y España, para citar solo tres de los de mayor teleaudiencia en República Dominicana.

Tras dos temporadas, Dominicana’s Got Talent, ha mostrado que en materia de talento, no hay países pequeños, ni grandes, tan solo hay capacidad creativa. Y eso es muy difícil de ajustar a las condiciones y dimensiones con que se estipulan realidades que dependan de los Productos Internos Brutos, por muy millonarios que sean.

No fueron pocas, por ese desmedido afán de auto descalificación nacional, las personas que dudaron incluso que el mejor equipo para el proyecto fuera el anunciado, integrado por Nashla Bogaert, Gilberto Morillo, Tuto Guerrero y David Maler.

Dominicana’s Got Talent se ha evidenciado como la plataforma televisiva más importante con que ha contado en toda su historia, desde su nacimiento de Buscando Estrellas, producidos por el inolvidable ingeniero y locutor Francisco Grullón Cordero, y Radhamés Sepúlveda (Pildorín) en 1960-1961 en La voz Dominicana, los pasados por los festivales de la Voz, de Rafael Solano y Yaqui Núñez del Risco.

Las dos temporadas de DGT han demostrado la grandeza del talento sin oportunidades del mercadeo oportuno. Esas dos grandes jornadas, gracias a una labor de convocatoria y selección profesional de quienes finalmente llegan al escenario, incluso dejando fuera de cartelera, a mucha gente con valor, pero el número de seleccionados era numéricamente determinado.

Los jurados en general, salvo que a veces son más expresivos de lo que deben ser, son excelentes y de entre ellos, el más profundamente inserto en la producción escénica, Waddy Jáquez, ha cumplido un papel en el cual la técnica es evaluada junto con el impacto y la imagen proyectada.

Este espacio, ha devenido en un mecanismo extraordinario de difusión y lanzamiento de figuras, que ha igualado el país con las grandes naciones que adscritas a la franquicia GT. Su único fallo, proviene del esquema de producción importado: el público televidente puede premiar a sus candidatos mediante llamadas telefónicas automáticas pagadas, imponiendo un criterio popular y sensitivo, en lugar de un perfil técnico-estético. Pero no todo puede ser perfecto.

El Nacional

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