La razón de que un perro
tenga tantos amigos
es que mueve la cola
y no la lengua.
Anónimo.
Se dice que el conocimiento histórico es fundamental para ejercer la crítica, porque nos da los datos que expliquen a satisfacción aquellos enigmas que estamos interesados en descifrar, ya que de lo contrario sería prácticamente imposible conocerlos como en realidad son.
Conociendo muchos antecedentes tratamos de no reproducir los mismos errores y a la vez nos empeñamos en emular aquellos actos que han dejado huellas positivas en el transcurso de la evolución humana, pero para que esto se produzca debemos llevarlo a cabo predicando con el buen ejemplo, con las acciones morales y progresistas, porque constituyen la manera más persuasiva y eficaz de todas las predicaciones, porque demostrado está que hasta los seres más ruines y perversos decrecen en su maldad y accionar corrupto cuando ven su error y se hacen acompañar de personas con autoridad moral y un bien ganado respeto.
Agradezco cuanto vale, cuando por condescendencia de un amigo a mis manos llegan libros que considero verdaderos tesoros, esas riquezas que en estos tiempos no todo el mundo sabe valorar, como uno de Gregorio Salinas que versa sobre los Satíricos Latinos. Porque para tratar de emprenderla contra costumbres ridículas y pervertidas que día a día pareciese que se fortalecen de manera descontrolada, como serían la traición y la desgraciada y perversa corrupción, tenemos que recurrir a la sátira, ya sea con una no muy disimulada censura y, por qué no, hasta con una amarga ironía, sin dejar de lado el agrio sarcasmo, contraponiendo el suave verso, todo para proseguir la lucha a falta momentánea de un arma más eficaz.
No sé si en verdad guardan alguna relación los tiempos de ahora y aquellos cuando apareció la sátira en la vieja Roma, precisamente en el momento que los principios morales y la ética se les dio por andar de parranda sin preocuparse siquiera por guardar las apariencias. Por esta razón, con la sinceridad característica de la farándula, les digo que desconozco si se da tal similitud entre aquello y esto, pero de que el mal olor se siente desde hace tiempo en esta sociedad farandulera, es innegable.
Pelear contra algo tan antiguo como la humanidad, en esta era considerada moderna, es lo más parecido a hacer el ridículo o para ser menos rígido, hacer el papel de payaso. Soborno y amenaza; corrupción e hipocresía; falsía y traición; infuncionalidad y seminario; amigo y caradura: todo es lo mismo. Es como luchar contra gigantes invisibles, de quienes sólo sentimos el terrible golpe traicionero, el susurro perverso de la intriga o la puñalada trapera que mata sin que brote la sangre. Es luchar sin esperanza alguna, ni siquiera un empate y mucho menos una victoria que perdure. Es luchar y tronar contra todos y contra todo lo que encierra el gigante maldito que sirve de guardaespaldas a don Dinero y doña Posición. Es en fin, embarcarse en un pleito donde llevamos todas las de perder contra las flaquezas propias de los que se consideran grandes y contra los chicos que les sirven de alabarderos.
En medio de este desbarajuste uno en ocasiones se siente acorralado, en muchas oportunidades menospreciado, perseguido por unos y otros. Lo peor de todo es que en medio de ese asedio hay instantes en que se llega a la triste conclusión de que estamos en un callejón y que no habrá salida. Mas, a pesar de eso uno se recobra y prosigue con su pabellón moral en alto que expresa una protesta enérgica si es que se puede más-, repudiando la falta de conciencia de tantos y tantos en este presente tan repleto de abatimiento, locuras, diabluras e indelicadezas en que nuestra sociedad se hunde y regocija cada vez más dentro del fango de la falta de principios, los valores de la dominicanidad rodando por el suelo, y la lacra de la ambición ahí, con sus entrañas insaciables.
Como estoy consciente de que este sentir interior no puedo contenerlo, porque es incapaz de permanecer un sólo instante quieto en lo más profundo de mi ser, y que no puedo permanecer en un rincón junto con mi soledad, en espera de la infalible muerte mientras veo morir los principios que son mis eternos acompañantes, que es lo mismo verlos correr por la alcantarilla, es que propongo una gran muralla de moralidad que no permita la entrada al círculo de los buenos dominicanos de todos aquellos perversos que corroen como si fuesen termitas- todo lo que sea moral y ético. Lo que propongo es hacer una gran muralla semejante a la de Nicolás Guillen donde alcemos una muralla, juntando todos las manos/ ( ) al corazón del amigo,/ abre la muralla;/ al veneno y al puñal,/ cierra la muralla;/ al mirto y la hierbabuena,/ abre la muralla;/ al diente de la serpiente,/cierra la muralla;/ al ruiseñor en la flor,/ abre la muralla.
Póngase esta aspiración de la Muralla en correspondencia con lo expresado por el generalísimo Máximo Gómez en su obra El Viejo Eduá y se verá la posibilidad triunfal del proyecto. Existen lazos entre los hombres que se han comprendido escribe–, que ni las circunstancias más poderosas y potentes en apariencia pueden romper. La nobleza de pensamiento y altura de miras se levantan siempre por encima de las pequeñeces de hábito o de carácter.
Esto sería lo ideal y, sobre ello insisto. Es un imperativo del momento crucial en que nos desenvolvemos crear una muralla de la virtud que se haga impenetrable para los inmorales, sin importar su profesión, su grado de intelectualidad. Sería ésta una muralla de moralidad que desaliente a los perversos, a los malvados, aún sean los que me defienden o supuestamente estén llamados a guardar mis espaldas. Una muralla, en resumidas cuentas, que ponga frontera entre el engaño, las argucias, la hipocresía, las indelicadezas, la maldita corrupción y el hombre de bien. Tan firme y radical como eso. De un lado mis amigos y del otro el enemigo, de un lado los buenos principios y del otro lo deleznable y ruin para que todo el mundo sepa de qué lado está uno y en qué bando milita el otro.
No se puede continuar con la misma doble cara, cual si fuésemos una moneda, presentando por un lado la oratoria vacía y engañadora y por el otro el accionar maldito y corrompido que nos está consumiendo. Definitivamente, las cuestiones morales no pueden ser lentejas, que si quieres las coges o si no las dejas. Detrás de la muralla deben quedar todos los malvados cuyas palabras arrastra el viento en su torbellino y su accionar traicionero que envenena a la juventud y a toda la sociedad en su conjunto. Alejémoslos cual seres apestosos y que mueran de inanición detrás del muro. Porque queramos o no, de este vacío moral que ha provocado lo vano, el no querer profundizar en los males de esta sociedad de idolatrías, supersticiones y sin sentido tendremos que hacerla cambiar. Levantemos la muralla moral y digamos adiós a los perversos aunque estén protegidos por el mismo Satanás. Detrás del muro es que se quedarán. Así debe de ser y así será. ¡Sí señor!.-
E-mail: rafaelpiloto1@hotmail.com