Leonte Brea
Un sábado, mientras caminaba junto a mi esposa Gladys por Plaza Central, escuché una voz a mi espalda que gritaba: “¡La voz de las mazmorras!”, prolongando un eco con el vocablo mazmorra.
Al volver la cabeza, vi que el grito provenía de mi viejo compañero de luchas Leonte Brea, aquel jovencito de 17 años que dirigía la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER) y nos acompañaba regularmente a Miguel Alfonseca, Grey Coiscou, José Ramírez (Condesito), Antonio Lockward, Silvano Lora y a mí, al programa La voz de las mazmorras, que realizábamos para la Asociación de ex Presos Políticos Dominicanos, que dirigía Rufino Paniagua.
El programa se transmitía por La Voz del Trópico a las 7 am y lo abría la Obertura 1812 de Tchaikovski, en donde el sonido de cañones y el repiqueteo de campanas creaba una atmósfera altamente conmovedora, que Miguel Alfonseca y yo utilizábamos para (muy teatralmente) expresar “La Asociación de ex Presos Políticos Dominicanos presenta: La voz de las mazmorras”. A seguidas, Buenaventura Bueno Torres —que manejaba los controles del programa— multiplicaba en feedback el sonido de los cañones y producía un efecto de eco.
La voz de las mazmorras llegó a calar tanto, que el Consejo de Estado ordenó a Belisario Peguero (jefe policial de entonces) que nos callara y el programa llegó a su fin cuando una patrulla policial nos ametralló y tuvimos que salir corriendo por la puerta trasera de la estación, ubicada en la calle Abreu de la barriada San Carlos.
Afortunadamente, Miguel Alfonseca, Grey Coiscou y el propio Leonte Brea vivían en el sector y pudimos escondernos en sus casas.
La voz de las mazmorras (junto a los programas del 1J4, de la Agrupación 20 de octubre y de Arte y Liberación) era uno de los proyectos radiales en los que yo participaba como presentador o productor, en 1962.
Aún guardo en un rincón sensible de mi memoria la huida que Leonte Brea y yo realizamos para escapar de la persecución policial, la cual nos llevó a Baní, donde vivían familiares suyos. Allí tuvimos que permanecer varios días moviéndonos de un lugar a otro, hasta que la persecución cesó. Unas semanas después fui deportado a Francia.
Tras mi regreso al país en 1963 y producirse el golpe de estado a Juan Bosch el 25 de septiembre, tuve que volver a esconderme, siendo detenido en el mes de noviembre en Palenque, pasando cuatro meses encarcelado.
En ese periodo Leonte y yo nos veíamos esporádicamente, pero siempre atesorando nuestra amistad. Luego, durante los 12 años de Balaguer supe de su graduación, de su doctorado en la UNAM de México y el éxito de sus libros El político: radiografía íntima y El manejo del poder, convertidos en obligados textos de consulta.
Por eso, mi alegría fue grande al abrazar a Leonte en Plaza Central, porque allí rememoramos con lágrimas en los ojos la huella cultural, científica y tecnológica aportada al país por la generación del 60, a la que ambos pertenecemos.
Por: Efraim Castillo efraimcastillo@gmail.com