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Creación literaria en RD

Creación literaria en RD

Por Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com.-

La ficción literaria de narrativa de largo aliento, en la República Dominicana, funciona como la política que generan los partidos y el partidarismo que lo arrastra al campo de batalla de la democracia representativa, una vez ganado un “espacio”, a la búsqueda.

En los resultados antes aludida, no hay sino acumulamiento, cuando se piensa en frío. Asimilación pasiva como capas de tierra hasta que la muerte cumple su deber que data de la era de Trujillo.

Con los “resultados” creativos me refiero a las obras literarias, cuando debería decir “producto”, “artefactos”, etc. como en otros países y las grandes casas editoriales. Quizás un libro solo es libro y no una cosa, cuando se publica de manera independiente. Los mismo pasa en la industria del disco, con el famoso LP, luego con el CD, ahora tiene que ver con “bajar una canción”, pagar unos derechos y colorín colorado… por supuesto que el cuento no ha acabado.

La mayoría de nuestra ficción, de temas reales o históricos, los personajes están mal disfrazados y si lo están es de robalagallina. No bien se lee el libro de la “supuesta ficción”, acude a la mente el referente, el personaje real, quedándose, de golpe, en la memoria del lector, no como logro. ¿A qué se debe? Al tratamiento.

Para la ficción sustituir a la realidad tiene que dársele el tratamiento del trabajo artístico, en el terreno de la escritura, del lenguaje. No es que estén bien escrita, que es obvio, por supuesto; sino que el tratamiento supere a la realidad, y de no conseguirlo, aunque sea que lo intente, como demanda las otras escrituras de los géneros que se cultivan.

El que carga más pesado es la narrativa de largo aliento. Por aquí nos pensamos en grande para dejar la realidad del mismo tamaño; sino pensáramos del tamaño que tenemos que nos toca, anduviéramos más livianos en los resultados, es decir, más calidad escritural. Eso de pensarse por encima de nuestra capacidad viene dado por la falta de visión en lo que se está haciendo. Es decir, de oficio. Más sueño que trabajo.

La prontitud en la divulgación de un texto más su falso espejismo nos hace creer que estamos “acabando”, y no hay porqué dudarlo, en verdad lo estamos, pero con nosotros mismos.

Ajusticiado Trujillo, la vuelta a la “democracia” trajo consigo la libertad de las formas, las técnicas y como novedad a los que se iniciaban en el oficio, en las lides de la escritura y arte en general, incluyendo a los que ya tenían experiencias en la escritura con libros publicados.

Cambiar el tono, la voz, el ritmo, el pensar diferente, de golpe y por razo ante sí mismo (lo más difícil) y después convencer a un lector que, supuestamente, estaba ante un producto nuevo, patituerto en los años anteriores, es más fácil decirlo que hacerlo, y eso solo se conseguía con posturas correctas ante la realidad en la que se vivía y en la que se asumía cada día para sobrevivir tanto intelectualmente como en la realidad, a como lo entiende el dominicano; que las gentes ligadas al arte no han sabido expresar y demostrar de manera ejemplar, por supuesto, sin resultados que no sean de acumulamientos por obras muchas veces disfuncionales para el crecimiento de la sociedad; pues una buena obra literaria hecha bajo la práctica del hombre y lo que piensa y hace, siempre logra convencer a un lector tanto nuevo como antiguo para cambiar de actitud hacia la sociedad que lo vio nacer y espera de él lo mejor, que no necesariamente llega y si llega es coja.

El escritor dominicano “es exitoso como hombre”, pero en la obra de ficción, un total fracaso. Es extensivo a todos los ciclos de creación, cual sea el orden, en el país.

Los reconocimientos obesos, en su gran mayoría, son porque nunca (ese autor) ha conectado con un “producto” de calidad, que realmente haya ayudado a que seamos mejores seres humanos críticos y autocríticos. Nuestra ficción de largo aliento, entre otras, no nos ayuda a ser mejores de lo que nos creemos ser.

El acumulamiento de títulos por el autor, que no transforma ni a los que lo escriben, los vuelve engreídos. Pues solo por el hecho de “tirarlo al ruedo”, aunque no pase de la puerta de su casa (llamase el país), empezamos a engordar por dentro y eso no nos permite la libertad de crecer que una buena ficción augura, que no está en el tema por el tema, sino en el tratamiento, per se, del mismo.

Es lo que termina enfermándonos de una falsa grandeza de la “realidad literaria”, “Oh, mira quien llegó, el Maestro”, para terminar de jodernos.

El autor es escritor.

El Nacional

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