Por: Luis Pérez Casanova
l.casanova@elnacional.com.do
En ninguna parte la industria periodística, salvo excepciones, pasa por su mejor momento. Las pérdidas son una amenaza. Por la crisis de un mercado cada vez más competitivo medios emblemáticos han cesado su circulación, otros han tenido que asociarse a grandes inversionistas y algunos absorbidos por consorcios periodísticos. Sin embargo, la señal de alarma se enciende cuando grupos económicos pasan a controlar la mayor parte del mercado de la prensa escrita, como ha ocurrido en Perú con la compra por El Comercio de la cadena periodística Espensa.
Para la familia Graham fue una decisión traumática desprenderse, después de ocho décadas, de la propiedad del legendario “Washington Post”. Pero ya no tenía más opciones que vender para salvar un diario que acumulaba sucesivas pérdidas y que en 2012 su circulación, pese a todos los esfuerzos, había descendido considerablemente. Su adquiriente, el exitoso fundador de Amazon, Jeffrey P. Bezos, está decidido a aportar los recursos para mantener el diario por lo menos con vida. A pesar de la nostalgia, la venta no fue criticada, como tampoco se ha criticado la adquisición por parte del multimillonario Carlos Slim de acciones de The New York Times y El País, dos de las cabeceras periodísticas más importantes del mundo.
Las operaciones plantean la interrogante ¿qué es más importante, la preservación o desaparición de los medios? En el caso de Perú, lo que ha preocupado a figuras como el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa es el monopolio de la información, que considera una amenaza contra la libertad de prensa. Pero ahí viene la pregunta ¿si los medios tienen que dejar de circular, los que sobreviven no se adueñan de todas formas del mercado? Incluso con más eficacia. Y con el agravante de que se acorta el espacio para la manipulación y la siempre perniciosa y censurable injerencia del poder político.
De vez en cuando hay que saber discernir entre lo ideal y lo real para evitar efectos contraprodudentes a nombre de las buenas intenciones. No hay que hacer ningún ejercicio para saber que ahora mismo la supervivencia de muchos medios escritos está sujeta a ese monopolio que suele asumirse como amenaza contra la libertad de prensa; obviándose, dicho sea de paso, que la peor amenaza, al menos por estos países, no está en la propiedad de los periódicos, sino en la falta de ética y en la propia formación de los profesionales. Por la explosión de medios informativos, el periodismo se ha tornado no solo más exigente, sino que no todos los empresarios están preparados para realizar las inversiones que supone la prensa escrita. Y si la preservación de diferentes periódicos o una cadena está en el monopolio, pues bienvenido sea el grupo que todavía ve los medios impresos como inversión.

