Opinión

Crónica del presente

Crónica del presente

POR:  Euclides Gutiérrez Félix

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Mariano tiene la razón

 

Mariano Germán Mejía, presidente de la Suprema Corte de Justicia, es un abogado de mucha experiencia, que si recordamos bien ha ejercido su profesión por más de treinta años. No podemos equivocarnos si decimos que ha litigado en todos los tribunales del país, desde los Juzgados de Paz hasta la Corte que hoy preside como reconocimiento a su experiencia incuestionable.

El autor de esta columna ha litigado en algunas ocasiones contra Marianito, como le llamamos amigablemente, y entre otras razones podemos asegurar que es un hombre valiente y de honor que no teme decir la verdad y, en ese sentido o dirección, estamos dispuestos a apoyar la denuncia, y más que denuncia, revelación, que ha dado en relación con el ejercicio profesional de la carrera de derecho en nuestro país. En todo lo que ha dicho Mariano Germán Mejía tiene la razón.

Deploró en esas declaraciones: “que el país tenga cada día más abogados titulados de universidades, pero con menos calidad profesional para brindar un servicio eficiente a la ciudadanía”, a lo cual el autor de esta columna, que tiene cincuenta y tres años de graduado de Doctor en Derecho, con más de cuarenta y cinco años de ejercicio permanente y formado bajo la tutela de un limitado grupo de abogados, entre los cuales se destacó Luis Rafael del Castillo Morales, nuestro maestro que a los dieciocho años de edad nos incorporó a una de las dos oficinas o bufetes jurídicos de más prestigio en nuestro país, propiedad y dirigida por Rafael Augusto Sánchez Ravelo, a cuyo lado ejercían también otros abogados, entre los cuales estaban sus hijos, Rafael A. Sánchez Sanlley, alias Papito, y Augusto Luis Sánchez Sanlley, alias Augustico, en cuyo escenario adquirimos los conocimientos básicos de esa profesión.

Años después, en 1959, el bufete de Rafael Augusto Sánchez, que era vicepresidente del Senado de la República, fue cerrado por las consecuencias que acarreó la muerte de su hijo Guillermo en la Gloriosa Expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo contra la dictadura de Rafael Trujillo Molina. Su otro hijo, Papito Sánchez, como era conocido, fue apresado y asesinado dos días después del ajusticiamiento de Trujillo. Apelamos a estos recuerdos para que los que leen esta columna, particularmente nuestros adversarios, calumniadores, calumniadoras, difamadores y difamadoras, conozcan nuestros antecedentes y de dónde viene nuestra autoridad para hacer estos señalamientos dándole la razón a Mariano Germán, recordándole a Marianito que el problema viene de lejos.

Y viene de lejos, porque la crisis indetenible del sistema educativo de nuestro país comenzó desde el año de 1954 en que Rafael Trujillo Molina, embriagado de megalomanía, suscribió El Concordato con el Estado del Vaticano esperando que fuera proclamado “Benefactor de la Iglesia”. Como consecuencia, cincuenta y nueve años después, la educación en la República Dominicana, en la realidad de los hechos, desde las escuelas primarias, públicas o privadas, hasta las universidades, casi en su totalidad, incluida la del Estado, en la cual dejamos veintiséis años de docencia, no sirven absolutamente para nada.

El Nacional

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