POR: Euclides Gutiérrez Félix
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García Márquez y Juan Bosch
Cuando Juan Bosch regresó al país, en el año de 1970, el autor de esta columna y un número importante de profesionales universitarios teníamos dos años militando en las filas del PRD. Poco tiempo después, por sugerencias de personas ligadas familiar e íntimamente con don Juan, fuimos designado su asistente personal y era, además, encargado de la oficina de prensa de la Secretaria de Prensa y Propaganda del Partido, que dirigía mi compañero, amigo y compadre, Enmanuel Espinal, uno de los hombres más nobles y valientes, al igual que su hermano Mundito, que hemos conocido en nuestro país. Al lado de don Juan terminé de formarme políticamente sin haber olvidado jamás la dignidad, responsabilidad, firmeza y valentía, que adornaron por siempre su fructífera vida.
Juan Bosch nos contó que estando en Benidorm, España, tocaron el timbre del apartamento en el que residía y cuando abrió la puerta encontró un hombre de regular estatura, con bigotes, quien al verlo lo saludó diciéndole “¿cómo está, maestro?” y le extendió la mano. Don Juan extrañado le respondió con una interrogante “¿maestro?”; y el visitante le dijo “sí, yo soy Gabriel García Márquez, autor de Cien Años de Soledad” y don Juan profundamente conmovido le invitó a pasar y cuando estuvieron sentado uno frente al otro, García Márquez le dijo “yo era aquel joven que se sentaba en primera fila frente a usted cuando dictó en Caracas, el 18 de noviembre de 1958, aquella inolvidable conferencia titulada “Ideas Generales Sobre El Arte de Escribir Cuentos”, que no creo que nadie antes que usted o después, haya dictado o podrá dictar una conferencia de tan extraordinaria importancia.
García Márquez murió recientemente y en la mayoría de las cosas que he leído, por autores extranjeros y algunos dominicanos, ninguno hace referencia a esta amistad entre el escritor colombiano, Premio Nobel de Literatura, y el gran maestro y escritor dominicano, que merecía desde hace tiempo el Premio Nobel, y al que por su actitud frente a la política imperialista de los gobiernos de los Estados Unidos de América no le fue otorgado nunca. La opinión que García Márquez tenía de Juan Bosch y que externó en diferentes ocasiones era un reconocimiento a su profunda sensibilidad social plasmada en sus escritos, cuentos y narraciones que lo convirtieron en un verdadero maestro, no solamente en América sino en todo el mundo. Esa fue una de las razones por las cuales García Márquez vino a nuestro país, cuando don Juan cumplió setenta años de edad.
Como intelectuales, de tan elevada categoría, y por su conducta en el escenario político internacional frente a Cuba, Vietnam, Nicaragua y Chile, cuando fue derrocado Salvador Allende, Gabriel García Márquez, el discípulo, y Juan Bosch, el maestro, vivirán por siempre en el recuerdo de todos los pueblos del mundo, pero particularmente en aquellos que, como el nuestro, han sido agredidos en esa expresión de abuso y arrogancia que han tenido en diferentes épocas los gobiernos de la que es todavía la nación más poderosa del mundo.

