POR: José Díaz
asesaijd@gmail.com
En mi ventana
A Natasha Sing in memoriam
Vivo en una cuarta planta y desde hace unos dos meses, además de la música que escucho en un potente radio que tengo, empecé a oir los cantos de unas ciguas palmeras que se posan en la ventana del cuarto de estudio, pensé que habían seleccionado el área como lugar de descanso, pero hace unas semanas que al entrar a escribir siento que son más los cantos, y ayer, un domingo de lluvia, mi esposa se me acercó y me dice: “Cuidado si mueves la cortina del cuarto de estudio, porque hay dos nidos de ciguas, en uno de ellos hay tres pajaritos y en el otro unos huevos”.
En la ventana instalé un pequeño aire acondicionado, y para poder colocarlo hubo que dejar abierto un espacio arriba que hoy sirve de hogar a unas familias de ciguas palmeras, que tengo dentro de mi cuarto de trabajo, que me regalan su canto sin que las tenga prisioneras en una jaula y que a veces me hacen olvidar prender la radio.
Eso es un regalo del cielo y como me ha hecho buena onda quise compartirlo con ustedes, los que se detienen a leer pendejadas como estas que han tolerado por más de 28 años, porque entiendo que ayuda más a nuestra humanidad escribir de mis ciguas (ya me las apropié), que regodearme en el tema de la desgracia de que nuestra sociedad, por los caminos que lleva, tan diferentes a los que hoy se dan en mi ventana, permite que una madre sea asesinada por error a manos de un matón a sueldo cuya lista de muertos supera los dedos de su mano, y que 21 días después corrija la plana matando otra madre joven víctima de los celos de una mujer que no ha escuchado a Danny Rivera cantar que “Nadie es de nadie en el amor”. Tampoco vale la pena escribir sobre el circo de la jueza y la fiscal, los millones extras gastados en la JCE, lo de Loma Miranda, el decreto 168-03 o mil vainas más. Déjenme, por lo menos hoy, con mis ciguas.

