Ahora son palomas
Hace unos dos meses escribí sobre unas ciguas que me visitaban en la ventana del cuarto de estudios que tenía en mi casa, una cuarta planta cercana al estadio “Quisqueya”; por asuntos ajenos a mí, y que aparecen entre líneas en mis dos últimos trabajos, tuve que mudarme a una tercera, cercano al otro estadio de envergadura que hay en la capital, el de “La Normal”, y ahora es una familia de palomas que también me aportan sus cantos y runruneos, al igual que aquellas ciguas palmeras.
Eso es un regalo del cielo y como me ha hecho buena onda quise compartirlo con ustedes, los que se detienen a leer pendejadas como estas en casi 29 años, porque entiendo que ayuda más a nuestra humanidad escribir de mis palomas, que regodearme en el tema de la desgracia de que nuestra sociedad, por los caminos que lleva, tan diferentes a los que hoy se dan en mi ventana, permite que una madre disfrute subiendo a la red cinco fotos dándole a beber cerveza a su niña de apenas un año; que sigamos, en el mes de la Familia sacando números de cuántas mujeres han sido asesinadas por hombres agobiados por unos celos gracias a que no aceptan o quizás no han escuchado a Danny Rivera cantar que “Nadie es de nadie en el amor”. Es preferible tratar ahora el asunto de mis palomas que ponerse en la difícil situación de reclamar que no se permita parir a las haitianas, como si ellas tuviesen la culpa de ser pobres y de haber nacido en un Estado fallido.
No me detendré a analizar lo ocurrido en el asalto a la cárcel de Najayo, o la acusación de la CIDH, ni como multiplicó los peces el Senador aquel, ni mucho menos ponerme en la difícil situación de saber que es más conveniente, si la reelección o que vuelva “El Mesías”. Déjenme con mis palomas.