Las dos semanas pasadas fueron intensas para la indefensión del pueblo dominicano, por un lado, convidado de piedra en la mesa de unas negociaciones que, sin embargo, jugaban su propia suerte, y por el otro, testigo del despotismo y prepotencia de personas amparadas en el poder, sobre la ciudadanía.
Ambas situaciones impactaron la conciencia nacional. Y tuvimos que ver cómo en nombre de la política -nunca de la democracia- nacieron nuevos héroes y heroínas en el poder, ¨sacrificados¨ por su propio bien común y siempre de espaldas a quienes se supone, deben su ejercicio. Difícil y peligrosa situación de un pueblo, proscrito de su propio destino.
El colofón a una serie de impunidades generadas desde el poder dominicano fue la agresión brutal de parte de un funcionario consular dominicano contra un miembro de la Autoridad Metropolitana de Transporte, AMET, que resultó con una pierna fracturada y con un retiro de querella y unas disculpas públicas afectadas y de poco convencimiento.
Y es que en nuestro país, la impunidad es una regla aplicada al entorno de las personas poderosas. Una clase parasitaria que vive a costa de nuestro trabajo con la mayor desvergüenza y sin pesar alguno, porque están convencidos de que el poder, es para ejercerlo en nuestra contra, un concepto manido en su imaginario.
Y es bien importante identificar que la impunidad es algo más que la ausencia del castigo, porque viola la obligación universal que tienen los estados de investigar, juzgar y condenar a quienes se les imputan violaciones de los derechos humanos fundamentales; también, porque no toca las estructuras que posibilitan esos delitos y actuaciones, dejando que todo siga igual.
Por lo tanto, ese indecente personaje que vimos todo el país en un video grabado, fue bendecido por una justicia al servicio de los grupos políticos y económicos más poderosos. Entre miles de ejemplos que anteceden, el de la niña madre que puso un pico de botella de cerveza en la boca de su bebé y colgó la foto en las redes, condenada a tres meses de reclusión como medida de coerción, mientras que este video, brutal y violento, también colgado en las redes, solo genera las disculpas del desbocado agresor y así se resarce.
Cuidado! Decía alguien que, si la impunidad se perpetúa y no existe una reparación social, moral, ni jurídica; la tragedia de las víctimas se transforma en mentira y así, sin nada que reparar, se convierte en la expresión más perversa del poder. No abusen del pueblo!