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Davos

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Recientemente se celebró el Foro Económico Mundial en la pequeña ciudad de Davos, Suiza. Tiene como objetivo, al decir de su fundador, “convertirse en la conciencia global de la economía mundial desarrollando una ideología de la renovación perpetua, pero a la vez preservar las tradiciones culturales y construir el marco de una moral compartida y de estándares éticos”.

Los miembros de éste exclusivo club son algunos jefes de Estado, políticos en ejercicio, ejecutivos de las mayores empresas globales, intelectuales, académicos, científicos, periodistas, es decir, los guruses que ejecutan junto a los intelectuales que piensan.

En éste foro, en que su membrecía cuesta alrededor de 200.000 dólares anuales y que comenzó a celebrarse en 1971 en la misma ciudad de Davos se organizan debates, conferencias, reuniones, ruedas de prensa sin que se produzca ninguna decisión que sirva para la redacción de una declaración final.

La gente de Davos comparte las creencias en la democracia y en el libre mercado, controla las organizaciones internacionales, las instituciones globales, una gran parte de los gobiernos del mundo y, además, poseen la mayor parte de la capacidad económica y militar, razones por las cuales, Samuel P. Huntington, le llama la Cultura Davos.

Tomando como base el razonamiento de Huntington, de que se trata del debate de la idea de una civilización universal en la que la democracia como sistema político esté acompañada de la libertad de mercado, por supuesto guardando las diferencias culturales propias de cada nación.

Este año el Foro ha publicado un Manifiesto de Davos 2020 en el que se declara sobre los principios éticos que deberían seguir las compañías entre los cuales establece que las empresas no solo funcionan para sus accionistas y que una empresa multinacional es un grupo de interés al servicio del futuro global.

El Nacional

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