El nuevo director de la Policía Nacional, mayor general Eduardo Alberto Then, ha advertido que enfrentará a los delincuentes en el terreno que ellos quieran, además de instar a la ciudadanía a respetar el trabajo que realizan los miembros de la institución para que los agentes puedan garantizar sus derechos.
Al prestar juramento como titular de la Policía presentó una mano de hierro y otra de seda, al advertir que habrá tolerancia cero frente a los hechos delictivos, que no permitirá agentes comprometidos con particulares y que procurará un cuerpo del orden de proximidad con el ciudadano.
El general Then debería saber que le espera un trabajo arduo y difícil en el propósito de contener el rebrote de delincuencia y criminalidad y de lograr que la Policía recupere, si alguna vez lo tuvo, el respeto de la ciudadanía.
Son numerosos los episodios de cruentos asesinatos o violencia irracional en el que se han involucrado agentes policiales, que en vez de cumplir con la sagrada misión de prevenir crímenes y delitos, proteger vidas y propiedades se convierten en una especie de peligro público.
Les asiste derecho al nuevo director policial de reclamar que la ciudadanía dispense respeto a sus agentes, pero para alcanzar ese objetivo, corresponde a la Policía encaminar un modelo de gestión que disipe la desconfianza de una población que no desea que delincuentes persigan a delincuentes.
Tanto la mano de seda como la de hierro expuestas por el general Then deben fusionarse en un solo brazo, el de la ley, con sus articulaciones de régimen de consecuencia para todo aquel que incurra o intente incurrir en la comisión de un crimen o un delito.
La sociedad está compelida a respaldar la gestión del nuevo director de la Policía, quien ha prometido tolerancia cero contra la delincuencia, sanciones para los agentes infractores de la ley y promoción de cercanía de la institución con la sociedad.
El general Then afronta desde hoy mismo el reto de asumir con entusiasmo y firmeza el programa de reforma policial anunciado por el presidente Luis Abinader, además de la difícil tarea de reconquistar la extraviada confianza de la ciudadana en esa institución.