Cada vez que un agente de la Policía es vinculado a casos delictivos, como acaba de ocurrir en Hato Mayor, se piensa en la necesidad de una depuración antes que en la dilatada reforma del cuerpo.
Los agentes Elvis Esnaider Romero y Harold Aracena fueron acusados por el Ministerio Público de encabezar una pandilla que se dedicaba al secuestro, extorsión, usurpación de funciones y porte ilegal de armas de fuego que operaba en Santo Domingo Este.
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Entre los delitos que se les atribuye se cita un falso allanamiento, fingiendo que se trataba de un operativo de la DNCD, a la residencia de José Luis Maldonado López, en Sabana de la Mar, para extorsionar a la víctima.
A veces no se entiende cómo agentes policiales pueden integrar bandas de antisociales sin que sus superiores se percaten ni siquiera de su cambio en el estilo de vida. Tal parece que nadie los fiscaliza. En la reforma de la Policía se ha puesto mucho énfasis para profesionalizar y modernizar el cuerpo.
Pero en lo que se avanza en el largo y complejo proceso la Policía puede abocarse a un estudio para depurar a sus miembros, porque es obvio que muchos no cumplen con sus funciones.