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De relojes y otras letanías del tiempo

De relojes  y otras letanías del tiempo

Está llamado el poeta a ser conciencia, veraz, su arte es herencia del rayo, inmortal como la luz a través del tiempo en su barca solar. “Apolo lo ve todo”, decía Homero, nada está más alto ni tan lejos, la poesía ha de llegar a todas partes. No hay poeta que no pueda de verlo todo.

Pensador agudo, abarca al hombre, y a la muerte de los hombres, amor y morbo, la vida; así es la poesía de Danilo Rodríguez, profunda, densa, hermosa. El mundo es interior y humano, las voces antiguas, el ritmo es tranquilo, la idea lo posee, pues él puede verlo todo.

La historia nos premia con este poeta, Danilo, su sobriedad que embriaga, que dilata el mundo para hablarnos del tiempo y su ejército la muerte. En él está el poeta pensador, aunque todos lo son, no todos lo escriben, pero he aquí una herencia, una tradición, una comunicación en el tiempo.

Danilo Rodríguez nació el 20 de julio de 1982, en Juancalito, Santiago, profundo habitante de Cáncer, técnico de teatro y profesor de matemáticas y física. Además de poeta destaca como narrador. Sus cuentos, muchas veces premiados, forman junto a su poesía una obra de gran interés.

Danilo Rodríguez

 

De relojes y otras letanías antes de morir

 

El reloj metálico / nostálgico arcaico / me lleva vida me consume ojos / me sofoca es un maldito / el reloj su circunstancia/ su necedad de estar siempre enfermo / su ironía de salón su campo magnético / desplumado indolente / es lo que sofoca / el reloj/esta manía de amanecer siempre con asfixia/ su constante derrame de sangre por los flancos / su olor a espumas / su pasado / que es pasado eterno / su dormido distante vértigo / sus minutos / cayendo uno a uno sobre nuestras cabezas / ningún reloj marcha hacia adelante / su/ camino / es / la / reversa / su camino es la ruta de la muerte / que nunca viene de frente / el reloj es una daga / penetrando dulcemente los tejidos de la carne / y la memoria y la belleza / un reloj es estar clavado a una cruz / un reloj es una casa en la que ya / no cabe el perdón / su cuerpo nos recuerda la primigenia búsqueda de la célula / que quería perpetuarse / su implacable descenso / –porque todo reloj / está / siempre / en / pi / ca / da– / nos golpea la cara con la insignificancia / de la ironía y la tristeza y la vanidad / y del contento pecho del joven / que camina con su dueño hacia la tumba / el reloj / metálico infalible / ordenado–como los adustos recolectores de impuestos– / es un dios / el reloj dictamina / antes que nadie / es cruel / antes que nadie / es infinito como ningún otro número / el reloj es muerte / antes que nadie / y es nuestro propio enemigo / antes incluso / que nosotros mismos.

Yo no soy cuerpo

Yo no soy cuerpo + alma + dolor / sino un rombo / la tridimensionalidad del espectro de luz / yo no soy sino sombra hecha luz / flecha sin gusanos / un corazón palpita dentro de algo / dentro de un cajón que se resiste a ser lo que soy / yo no soy uña + mugre + danilo / sino una conjugación de adjetivos / un vuelo insignificante/ de pájaro / un rombo / ya no existe la poesía / al menos en mí.

(Monólogo para no comerse las uñas…)

A Ena Ortega

Para siempre. / No sé si puedo quererte/ahora que voy por los negocios / y pido rebaja en las vendimias; / ahora / que soy un transeúnte más / atolondrado, /un tipo que babea / frente a maniquíes eróticos, sin cabezas; / ahora que no puedo lamer tus mieles, / y que se hace difícil quererte / a la una de la tarde / en una ciudad sitiada por el mar Caribe.

Tú pensarás que hablo de más / o que quizá soy la respuesta a tus preguntas;/dirás por las aceras mi nombre, / y dirás que los racimos que nos dimos, /que nuestras manos, / están todavía posibles para el encuentro / y que la verdad que una vez te mentí / todavía te espera para hacerte hermosa; /vas a decir que soy alguien esperando en la esquina / y que / –si quieres– / puedes hacerme caer de rodillas / al pie de tus lágrimas; / pero no sé si jurarlo.

Yo he estado jueves demasiadas veces, / ahora el día se me atraviesa / en medio de la noche / mientras tú / sigues escapándote de mí, / porque eres verso, desesperación, / porque sales ilesa de esta batalla con el chico que me vende los limones / o con el oficinista que malgasta mi tiempo / resolviendo mi queja por la factura del agua:

Eso es ridículo; indecoroso, diría Riky, pero es cierto; / y aunque te cueste creerlo / y por más que digas que no viene al caso, / esta es mi biografía; / es por eso que aún no sé / si voy a quererte ahora, /cuando gatees hacia mí, deseosa de sexo; / no sé si voy a bendecir tu pelo con una caricia / si voy a envenenarte.

Tú, dí lo que quieras, /vete por las aceras a pronunciar mi nombre, / y a decir que todavía mi lancha te espera / a punto de zarpar; / pero si tardas un segundo más, / si no vienes ahora y me rindes a tus pies, / le diré a Caronte / –el chofer de mi limusina–/ que nos vayamos / y le contaré tu historia ya resuelta: / le diré que he estado esperando a un cliente que no llegará,/ que los negocios van mal, / que los años pesan como madrugadas en los ojos, / que encienda el motor / y que hoy le invitaré a unos tragos. / —Sí, señor.

El Nacional

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