Los candidatos nuestros, incluyendo a Danilo Medina y Luis Abinader, tienen el compromiso de presentarse a debatir públicamente sus propuestas e ideas ante al pueblo dominicano. Recurso de campaña echado a un lado en los últimos años, a contrapelo de los avances registrados en todo el mundo, en este sentido. Han pasado 55 años del debate Kennedy-Nixon, el primero televisado.
Momento memorable en el que Estados Unidos y el resto del mundo tuvieron la oportunidad de enterarse, en vivo, de las ideas y propuestas de estos candidatos presidenciales. Aunque consiguió reafirmarse frente al entonces vicepresidente Nixon, el senador Kennedy fue electo, no sólo como resultado de esa exposición. Su campaña fue innovadora, de corte personal, humano más bien.
En estos días se cuestionan aún sus ventajas en los escenarios políticos. Sin embargo, la regla de cajón de asesores indica que los punteros tienen mucho que perder, y en cambio los rezagados mucho que ganar. Es inevitable que las percepciones –forzadas o espontaneas-, den lugares de preferencia a cada candidato. De ahí surjan esas ideas fijas, no siempre efectivas, sobre el rechazo a discutir con los menores de parte de quien entiende va a la cabeza.
Es necesario que los votantes participen de las discusiones de los proponentes. Hacerlo cara a cara ofrece la oportunidad de conocer y comparar condiciones, atributos y lagunas -fortalezas y debilidades-, de quienes aspiran a posiciones públicas, desde un director de distrito hasta el Presidente de la República. Se trata de un deber ineludible, reglamentado en procesos electorales de sociedades avanzadas. Por tanto, es un referente irrefutable de madurez política y confianza en las instituciones.
Los contrincantes que creen contar con buenas razones para no ir a un debate deben más bien sopesar cuidadosamente las consecuencias de no ir. Las ventajas de discutir estarán siempre del lado de quien tienen confianza en su capacidad, de quienes la razón les asiste y, sobre todo, de quienes tienen sus oídos puestos en el corazón del pueblo.
Frente al pavor que representa la competencia de propuestas, la exposición pública en un escenario global, los asesores tienen que jugar un importante papel en la fase preparatoria. Reto que dista mucho la simple y equivocada recomendación de evitar la discusión. “El miedo a ser cogidos por sorpresa con un ataque imprevisto o a ser alcanzados con una pregunta cuya respuesta ignoran, les revuelve el estómago de puros nervios incluso a los más aguerridos”, apunta el experto en estas lides, Ron Faucheaux.
Sobran ejemplos en ese sentido. Los electores norteamericanos están entre los que más aprovechan este recurso, tanto en las primarias como en el certamen universal. Alemania, Reino Unido, México e Italia han escrito provechosas historias sobre el debate político.