Opinión

Decencia y tradición

Decencia  y tradición

Cuando las poses de afabilidad y aparente cortesía se empinan sobre lo decente que, es ser justo, se desdeña nuestra tradición oral; es decir;- y esto también compete a nuestras políticas públicas- las enseñanzas de bonhomías de comedimientos y honestidad inculcadas por nuestros mentores.

Lo académico y su lustre no sirven de nada, cuando son utilizadas para corromper. Si no se honra la decencia de nuestros predecesores que intentaron hacernos hombres y mujeres honorables, se le hace un flaco servicio a la patria.
Ser decente en las actitudes políticas es lo equilibrado, prudente y equitativo.

La decencia, al igual que lo clásico, no sólo se arraiga por heredad o antigüedad que no enmohece; requiere de la necesaria calidad de méritos y firmezas paradigmáticas que nunca se quiebran.

Mal privatizar y/o capitalizar todo con la intención de contemporizar con unos pocos o ciertos sectores de incidencia en menoscabo del pueblo desamparado, no es decente. Decencia es, resistencia al clientelismo, mesianismo, narcisismo y ego que siempre avasalla y atropella, arrasando con todo lo armonioso que sosiega.
Cuando la justicia festina “los no ha lugar” contra los que han depredado los dineros del pueblo obedeciendo a malhadados intereses, las instancias en que se afincan los poderosos, contamina toda la sociedad. Todo deviene en lo delictivo.

Decencia y pulcritud son esenciales en la clase política, pero más en la que detenta el poder
Cuando un presidente orquesta tinglados judiciales para viabilizar el sostén de impunidades a favor de los que han incurrido en corrupción sólo por mantener a un comité político en el poder, la democracia se prostituye y lo eminentemente decente es barrido.

Cuando un connotado “líder” político es acusado públicamente de corrupción, y sin sonrojo ni vergüenza alguna no riposta con contundencia a esas imputaciones, el pueblo consciente, no fanatizado; que se respeta, no debe darle otra oportunidad.

En consecuencia, si los que dirigen la cosa pública no son decentes ni respetan lo inmarcesible de nuestras tradiciones o enseñanzas orales, repetimos, esto incluye las acciones políticas, se desdoran las melifluas retóricas de bien que tratan de convencernos En resumidas cuentas, cuando los políticos pretenden perpetuarse obviando lo pudoroso y pundonoroso; se acentúan las desigualdades y desarticulan todos los vectores que conforman una mejor sociedad.

El Nacional

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