El asesinato de un coronel de la Policía Nacional por el impacto de un tiro de fusil en la cara durante un intempestivo ataque armado desde el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) consterna e indigna a la sociedad que también se acongoja por el saldo de un muerto y diez heridos durante manifestaciones en municipios del Cibao.
Julián Suárez Cordero, comandante en la zona sur del Distrito Nacional, cayó mortalmente herido por el impacto de una bala disparada por individuos que, según el jefe de la Policía, mayor general José Armando Polanco Gómez, ingresaron armados con fusiles a la UASD y atacaron al contingente policial que acudió al lugar a enfrentar los disturbios.
En San Francisco de Macorís murió Félix Hernández Valentín, de 24 años, en otra extraña balacera entre policías y manifestantes que también se repitió en Bonao, Santiago, Mao y otras ciudades del Cibao.
Se reputa como muy grave que un oficial superior de la Policía haya caído por disparo de fusil hecho, según el mayor general Polanco Gómez, por cinco o seis delincuentes terroristas que ingresaron al campus de la UASD con armas largas o pertrecho militar.
Llama la atención que las acciones de violencia escenificadas en días sucesivos en diversas localidades del Cibao y en la Universidad Autónoma, con saldo de muertos y heridos fueron convocadas o auspiciadas por grupos innominados que recurren al ardid de reclamos como el de exigir la nacionalización de la Barrick Gold o de rechazo a la explotación de Loma Miranda.
No resulta nada común que el coronel comandante de un contingente policial que acude a la UASD a sofocar un disturbio estudiantil resulte muerto de un disparo de fusil en el rostro, disparado -se dice- por una especie de comando armado que penetró al recinto académico con el propósito de producir una tragedia de esa magnitud.
Es por eso que se reclama que los sucesos que derivaron en la muerte del coronel Suárez Cordero se investiguen a profundidad, a los fines de que los responsables de tan cobarde acción sean identificados y sometidos a la justicia. Una investigación similar debe encaminarse en el caso de la muerte del civil Hernández Valentín.
Las autoridades de la Universidad Autónoma están compelidas a impedir por todos los medios que esa academia desempeñe el penoso rol de guarida de delincuentes que aprovechan el fuero universitario para imponer el terror, destruir propiedades públicas y privadas y disparar con fusiles contra las autoridades, con saldo trágico como el asesinato del coronel Julián Suárez Cordero, de un tiro en el rostro.

