Una marcha que originalmente fue convocada con la más noble de las intenciones se vio empañada por la actitud de unos pocos que, como ya es costumbre, no pudieron resistirse a poner en riesgo la paz y el orden en nombre del caos.
Las autoridades, comprometidas con el respeto a los derechos fundamentales de los ciudadanos, reiteraron la importancia de mantener el orden público durante este tipo de eventos, en un esfuerzo por que las manifestaciones fueran pacíficas y respetuosas.
Sin embargo, un pequeño grupo de sonidistas, en una actitud completamente ajena al espíritu de la marcha, decidió desbordar los límites establecidos, haciendo caso omiso de las normativas acordadas.
Ángelo Vásquez, presidente de la Antigua Orden Dominicana y organizador oficial del evento, no dudó en señalar que estos “incitadores al caos” alteraron la ruta previamente acordada, lo que deslució la jornada.
Esta alteración no solo generó desconcierto entre los asistentes, sino que también dejó en evidencia la tendencia de algunos a anteponer su propio interés –en este caso, el afán de llamar la atención y ganar notoriedad en redes sociales– sobre el bien común.
Este grupito, en busca de likes y views, se infiltró en la marcha con la clara intención de romper el orden establecido, intentando llegar hasta Matamosquito.
Su presencia y sus acciones, lejos de aportar al propósito central de la manifestación, no hicieron más que generar una atmósfera de tensión innecesaria, poniendo en riesgo la convivencia y el respeto mutuo.
La marcha, que debía ser un símbolo de unidad, se vio opacada por los intereses de unos pocos.
El compromiso con la paz y el orden no es solo responsabilidad de las autoridades, sino de todos los ciudadanos.
La historia nos enseña que, cuando el desorden gana terreno, se pierde el rumbo, y en el caso de esta marcha, ese camino fue vulnerado por el egoísmo de unos pocos.