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Tiene razón

 

El rector de la Universidad Iberoamericana (UNIBE), doctor Julio Amado Castaños acaba de sugerir, públicamente, que el Gobierno intervenga a las escuelas de formación de maestros de las universidades dominicanas.

Hay dos hechos que les dan fundamento a esa sugerencia:

Primero, que con frecuencia gran número de aspirantes a un nombramiento como maestros de escuelas públicas reprueban los exámenes de evaluación impartidos por el Ministerio de Educación.

Y, segundo, que la baja calidad de la educación básica dominicana es consecuencia, entre otros factores, de la precaria formación académica de gran parte de los maestros de nuestros niños.

He tenido, una experiencia directa sobre este problema debido a que hasta hace escasos meses fui profesor de física de la UASD y aparte cursos para estudiantes de ingeniería y otras carreras afines, también impartí física para maestros de educación básica en ejercicio o que aspiran a conseguir un nombramiento oficial como tales.

Este curso lo impartía los sábados durante tres largas horas de teoría, más una sesión de laboratorio a cargo de otro profesor; mis estudiantes venían de ciudades del interior cercanas, de comunidades de la provincia Santo Domingo y también del Distrito Nacional.

Las cátedras de física pueden ser una excelente ventana para explorar todo tipo de fortalezas y debilidades intelectuales de los alumnos.

En la física, la construcción de conceptos y explicaciones verbales o escritas de fenómenos es inevitable y ponen a prueba las posibilidades de razonamiento consistente y lógico del estudiante.

Además, aunque la física no es matemática, “una clase de física sin matemáticas es hojalatería”, solía decir un venerable maestro español. En consecuencia, el dominio o ignorancia de los fundamentos de las matemáticas siempre sale a flote.

Durante muchos años mi experiencia con el desempeño de los estudiantes fue terrible, y cada semestre la situación era peor.

Es un círculo vicioso, porque esos aspirantes a maestros que llegan a las universidades súper mal formados son egresados de nuestras escuelas públicas y luego nuestras universidades les dan un “paño con pasta”, un título, un anillo y los devuelven a las mismas escuelas a “enseñar”.

El Nacional

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