La población de votantes atraviesa por lo que se entendería como un dilema de sufragio. En las próximas elecciones presidenciales del 2024, vota por un malo conocido, o por un bueno que todavía no termina de conocer.
O lo que es lo mismo, retorna sus pasos sobre el camino de la corrupción de una caterva de funcionarios de los pasados gobiernos, o del actual, que los somete a la justicia; pero que parecería todavía no encuentra el norte de cómo se debe gobernar.
Los ciudadanos que todavía creen en la partidocracia y en el sistema, tendrán que decantarse entre seguir con ciertas aprensiones e incertidumbres o retroceder a la elección por nueva vez, de corruptos conocidos que, aparentemente son más diestros y asertivos, en el manejo de la cosa pública.
Los miles de votantes de nuestra nación tendrán que demostrar si siguen “comprando” el enarbolado cambio, todavía con masas hambrientas, o si entienden que todo fue un señuelo para poder arribar al poder y, prácticamente, seguir en lo mismo.
Estos participantes activos del sufragio electoral están llamados a entender, si es mejor que empresarios de fideicomisos continúen en el poder aunque a la postre depreden a la nación, y engañen al ingenuo pueblo dominicano.
Pero además, tendrán que asumir otra opción que no es nada nueva. O permiten que continúe en el poder el actual gobierno que encabeza Luis Abinader; apelan a otras nuevas alternativas, o se deciden por volver a un pasado cuasi remoto del presidente que gobernó a partir de 1996.
En fin, tendrán que elegir entre un gobierno que anunció un nuevo y promisorio rumbo, y se regodeó destacando los pos grados académicos de muchos funcionarios que no dan “la talla”; o por el aspirante presidencial de un PLD, aparentemente en desbandada.