Inicio preocupante presidencia imperial
El magnate inmobiliario y de casinos Donald Joseph Trump juró la 45 versión de la presidencia imperial de Estados Unidos al mediodía de este 20 de enero, conforme estipula la Constitución de la gran nación, en una pieza oratoria al parecer improvisada de 16 minutos, saturada de populismo, fanfarrias, gratuitas agresiones, desconsideraciones innecesarias al saliente presidente Barack Obama, ultra nacionalismo, proteccionismo, racismo, narcisismo, y pujos de autarquía, ostensible demostración de la ausencia del político que no es.
La magia de la comunicación permitió al mundo observar de hito en hito por CNN, como si todos estuviésemos en el escenario del Congreso norteamericano, Pennsylvania Avenue y la explanada contigua, las graves deficiencias en la frágil estructura política del nuevo gobernante estadounidense, fustigando por doquier, con el falso alegato de que los empleos desaparecieron en la doble administración del presidente Obama, cuando en realidad incorporó 12 millones de plazas, más de un millón cada año de sus dos administraciones de ocho años, concretizando el programa de asistencia médica que cubre a 49 millones de norteamericanos, apostrofado por los republicanos con el mote despectivo de Obamacare, dos records para un average de bateo en béisbol por sobre los 400.
Esos dos averages contradicen la ponencia del bisoño político, que el presidente Obama obtuvo, al emerger del pantano republicano la ponencia del bisoño político de que el pueblo (norteamericano) no se benefició al : “Washington florecer, pero no el pueblo”, y : “No fracasaremos. Nuestro país crecerá y prosperará”, logrado por el presidente Obama en 2008 con una inyección económica por los US$787 mil millones, superando el crak, similar al lacerante jueves Negro del 24 de octubre de 1929, en el gobierno desastroso del presidente Herbert Hoover, causado en esta ocasión por los villanos judíos Lehman Brothers, Bearn Stern, Goldman Sachs, JP Morgan-Chase, Kuhn-Loeb & Co., Merrill Lynch, Fannie Mac y Fredie Mac., legado trágico del republicano George Walker Bush.
El tramo de mayor repercusión tsunámica del discurso del debut presidencial lo constituye cuando expresó: “Juntos podremos determinar el curso de Estados Unidos y del mundo en años venideros”, un concepto que diseminó la grima planetaria, visto por el prisma del intervencionismo, el unilateralismo y el retorno rampante de la arrogancia imperial que estremeció la neurastenia universal, porque enuncia el diseño de una política de poder impositivo de cero consenso en la comunidad internacional de 193 Estados, excepto el paria Estado judío.
El retorno de las industrias norteamericanas radicadas en el exterior, que fue la base de la campaña del candidato Trump, con amenaza de gravar un 35% la manufactura de esas empresas al ingresar a EEUU, es el prístino prolegómeno a una eventual guerra comercial cuando los 193 países impongan gravámenes idénticos a la manufactura de EEUU que ingresen a sus países.
Es una palmaria evocación del nacional-socialismo proteccionista aberrante que sirvió de plataforma política al dictador Afolfo Hitler y sus mantras terribles que condujeron al mundo a la II Guerra Mundial, que tradujeron la ruina y destrucción de Europa, principiando por Alemania, la derrota de un sistema político obsoleto, todo envuelto en una tragedia espantosa y un genocidio abominable, que cobró más de 50 millones de muertos.
Empero, hay una rendija donde es posible atisbar una luz de esperanza concerniente a la modificación de la retórica áspera, mechada de populismo, racismo, proteccionismo y narcisismo del presidente Trump, y es el compás de tiempo para diferenciar cuanto dijo el candidato en su incendiaria campaña electoral en relación al proteccionismo en la era de la globalización y la Organización Mundial del Comercio (OMC), muro con México, Protocolo de Kyoto y Conferencia de París sobre medioambiente, deportación de 12 millones de ilegales, minimización de la OTAN, confrontación con Pekín, cortejo edulcorado con el nuevo zar de Rusia, Vladimir Putin, manejo de los fogones purpurinos de Iraq, Afganistán, Siria, Palestina, Brexit británico, revisión de todos los tratados comerciales, gravámenes de un 35% a manufactura USA producida en el exterior, y otra muy probable diferente, del gobernante, comprobando la realidad de todos esos escenarios y la obliteración a los consejeros en esas disciplinas que dispone.
Porque conforme reitera un refrán cibaeño, una cosa es llamar al Diablo, y otra, muy diferente, verlo venir, o como razonó la canciller de Alemania, Angela Merkel: “Lo que importa es lo que haga en el puesto”, en directa alusión a que cuanto dijo el candidato, puede marcar diferencia entre las mantras de su retórica demagógica de campaña, y el gobernante de la primera potencia planetaria, la presidencia imperial, como intituló el luminoso tratadista Arthur Slesingher Jr. su monumental obra.