La sentencia a 16 años de prisión por narcotráfico en Estados Unidos al exdiputado del PRM, Miguel Gutiérrez Díaz, es una lección o un espejo en el que debe mirarse la clase política.

Gutiérrez Díaz, quien se declaró culpable de los cargos que se le imputan, fue capturado durante un viaje que realizó a Miami.

Su pasaporte diplomático y militancia en el partido en el poder no le sirvieron de escudo para evitar el proceso ni para blanquear sus operaciones ilícitas.

Si en otros tiempos la relación con el oficialismo garantizaba algún tipo de impunidad, con el caso de Gutiérrez Díaz parece que ya no es así.

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Antes que defenderlo, su partido no solo lo dejó que se las arreglara por cuenta propia, sino que en reiteradas ocasiones le solicitó renunciar a su curul.

La sentencia incluye el decomiso de los bienes adquiridos a través de sus operaciones ilícitas.

El exlegislador es parte de varios exfuncionarios, entre los que figuran antiguos gobernantes, que han sido extraditados o detenidos en Estados Unidos para ser juzgados por narcotráfico o corrupción.

La sentencia contra Gutiérrez Díaz transmite un duro mensaje a la clase política que se escuda en la inmunidad.