Opinión

Editorial: La Restauración

Editorial: La Restauración

La Restauración de la República, de cuya proclamación se celebraron el viernes 146 años, constituye una extraordinaria gesta histórica producida en un entorno territorial matizado por pobreza económica, atraso social y reducido asentamiento humano, pero impulsado por patriotas de acendrada conciencia y de espartano valor.

Las coordenadas de desarrollo humano del Santo Domingo de entonces, cedido en coloniaje a cambio de un título nobiliario, no encajaba para que en su seno se escenificara uno de los más notables episodios de guerra independentista de América.

Las poderosas tropas colonialistas españolas fueron literalmente derrotadas por un improvisado ejército de arrojados macheteros que disponía de escasa fusilería y piezas de artillería, al que se atribuye aplicar por primera vez en el continente la guerra de guerrillas como modalidad de combate.

Hay que imaginarse a una comarca con poco menos de 200 mil habitantes, en la cual la mayoría de los dueños de hatos poseían similares condiciones de pobreza que el resto de la población rural y de las contadas comarcas urbanas, para entender la grandeza de la Guerra de la Restauración.

En la lucha para recuperar la República de Duarte, Sánchez y Mella, sobraron los generales y comandantes que dirigieron a un pueblo con más ganas de morirse que de ser esclavos, entre los que sobresalen Gregorio Luperón, Santiago Rodríguez, José Contreras, Cayetano Germosén y Olegario Tenares

Una patria agradecida también recuerda hoy a Benigno Filomeno Rojas, Eugenio Miches, Benito Monción, Pedro Antonio Pimentel, José Antonio Salcedo, Lucas Evangelista de Peña y Federico de Jesús García, entre otros valientes combatientes que elevaron al el más alto pedestal el gentilicio dominicano.

El 16 de agosto es efeméride de gloria y orgullo para todos los hijos de esta tierra de primacías, porque en esa fecha se proclamó la Restauración de la República, que es lo mismo que decir, la obra cimera de Duarte y de los trinitarios, en una gesta singular con la que el pueblo dominicano enseñó al mundo de lo que es capaz cuando se trata de defender su soberanía.

Presentes y futuras generaciones están compelidas a abrevar en tan aleccionadora y única manera de comprender la advertencia hecha por el fundador de la nacionalidad dominicana, de que vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor.

 

El Nacional

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