Opinión

El amor

El amor

Definir el amor es una ardua tarea. Con rosales y espinas cada quien tiene su forma y modo de amar. Amor, frase pronunciada millones de veces al día, fácil de expresar y sentir desde las introspecciones del alma y difícil de cumplir sinceramente en medio de las alamedas silenciosas, su génesis, creación y fundamento.

Amor es terneza, pasión, dolor, lágrimas, ambrosías, sufrimientos, ansias, desesperación, saber esperar, fuente permanente, cual faro de luz, que tantas veces alumbra nuestros corazones. Es también ternura, afectos, amistad, estimulación, devoción, querer, apego, sinceridad, y la distancia lo fortifica cuando es sincero.

El amor también es fiebre donde la vida se transforma, la inquietud nos arropa y sin él es difícil vivir; se ama de diferentes formas, pues cada quien tiene en sí su individualismo que tantas veces se prende como una hoguera matizada en colores, que se esparce silenciosamente y otras bajo los efluvios de Eros y Cupido, que, como expresa Campoamor: “La paz del alma es la mayor de las riquezas”.

Me permito transcribir, ciertos conceptos, porque no existe ser que no sea amado, que ame o sea admirado.
“El amor lo pintan ciego y con alas; ciego para no ver los obstáculos; con alas, para salvarlo” (José Benavente). “El amor no tiene edad, siempre está naciendo (Pascal).

Si el amor es el milagro de la civilización, como algunos expresan, otra fuera la realidad, concepto en su aptitud en la que vive hoy la humanidad, huérfana y carente en su gran mayoría.

Hay que ofrecer amor y recibir amor, siempre que la verdad y sinceridad sean bases de sus razones, sentimientos, pureza y realidades individuales, porque tal decía Píndaro: “El amor es un péndulo que oscila entre una sonrisa y una lágrima”.
Teófilo Gautier expresa: “El verdadero paraíso no está en el cielo, sino sobre la boca de la mujer amada”.

Este poema de Eduardo Scanlan, quien perdió la vida por su amor a Emilia, expresa: “Dime hermosa, si pega a tu oído, mi tristísimo acento de amor, o si vaga entre brisas perdido sin hallar en tu seno calor”. “Di, mí bien, si anhelarte suspira, porque oyéndome cerca de ti, tras, cruelísima rejas te miro que te impiden llegar hasta mí”.

“Y si me oyes, ¿qué importan mis penas?, si me miras, ¿qué importa el pesar? Y que lleve pesada cadena, si es por ti que la debo llevar: Pero ¡Qué si mi acento perdido, no ha de hallar en tu seno calor, no mi bien, por piedad presta oído, ¡yo no puedo vivir sin tu amor”.

Nadie mata ni asesina por amor. Esa es una patraña y malvada apreciación.

El amor es el sol de la vida y hay que amar siempre, siempre, a pesar de los pesares, porque, como decía Seneca: “no hay cosa más fuerte que el verdadero amor”.
Felicidades a todas las madres en su día.

El Nacional

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