Todos los efectos del hambre se resumen en una frase: “el mal comido no piensa”. La privación de alimentos o la mala alimentación disminuyen la capacidad del individuo para entender, razonar, producir, socializar y disfrutar de una existencia mínimamente saludable. Los especialistas señalan que a largo plazo el hambre provoca un cambio metabólico que compromete la función de todos los órganos, impidiendo la generación de sustancias importantes como hormonas y enzimas.
Al margen de sensibilidad, los negativos efectos provocados por el hambre confieren una relevancia extraordina al compromiso del presidente Luis Abinader de luchar para erradicar la carencia o mala alimentación en la presente gestión. Anteriores fracasos, con todo y que en algunos casos no se haya pasado de una mera declaración, sugieren que la tarea, por comprometer grandes recursos, no es tan simple. Sin embargo, entre los elementos más importantes estará siempre la buena voluntad o la determinación para lidiar con un desafío en que intervienen los más diversos factores.
La ausencia de una estrategia para erradicar el hambre y la pobreza puede generar reservas sobre los objetivos, pero no como para descartar, sobre todo con más criterio político que técnico, que el Gobierno salga airoso de un reto “audaz”, que no solo se propone como un deseo, sino como una promesa que dijo asumir con toda la fuerza y compromiso que merece. Al hablar de hambre cero el Presidente expresó que también se propone acabar con la pobreza, disminuyendo la general a menos de un 15 % y la extrema colocándola por debajo del 1 %.
Si la felicidad entra por la boca cientos de miles de personas están condenadas a la infelicidad o el sufrimiento a causa de la falta de una alimentación segura, que también las aleja de la posibilidad de convertirse en entes productivos. ¡Y ni pensar en la innovación y la tecnología! El Gobierno sabe que el asistencialismo no es la fórmula ideal para erradicar el hambre y la pobreza a largo plazo, pero en lo que se crean las condiciones sociales y económicas para integrar a los marginados al proceso de producción de alguna manera hay que saciarles estómago.
Pensaba que la consolidación del sistema institucional a través reformas como la constitucional, la estabilidad económica y social y los grandes avances en materia de transparencia bastaban como legado de la gestión del presidente Abinader. Sin embargo, su contribución más valiosa al desarrollo de la nación podría ser la reducción de la pobreza y la erradicación del hambre con medidas que a su vez garanticen la seguridad alimentaria. Si los bien alimentados tienen problemas para pensar, el caso de los mal comidos es grave.