Reportajes

El padre Zenón Castillo  propuso título a  Trujillo de “Benefactor de la Iglesia” 

El padre Zenón Castillo  propuso título a  Trujillo de “Benefactor de la Iglesia” 

Fue  el sacerdote que redactó el Concordato entre la Santa Sede y el Gobierno, firmado en  junio de 1954

Hace 55 años  que el sacerdote higüeyano Zenón Castillo de Aza lanzó la iracunda idea de otorgar al dictador Rafael L. Trujillo el título de “Benefactor de la Iglesia Católica”, “en reconocimiento al extraordinario respaldo económico y moral” ofrecido por el generalísimo.  Fue el mismo presbítero que años atrás redactó el Concordato suscrito entre la Santa Sede y el Estado dominicano, instrumento que constituye “la norma que ha de regular las recíprocas relaciones de las Altas Partes contratantes, en conformidad con la ley de Dios y la tradición católica de los dominicanos”.

El protocolo del Concordato fue firmado el 16 de junio del 1954 y aprobado por resolución del Congreso Nacional No. 3874, de fecha 10 de junio del mismo año, Gaceta Oficial No.7720. El canje de ratificaciones fue el 6 de agosto del mismo año en la Estancia Ramfis, en la avenida Independencia, donde hoy funciona la Cancillería.

En su libro “Trujillo y otros Benefactores de la Iglesia”, impreso en editora Handicap, propiedad de Radhamés, el hijo menor del dictador,  a principios del año 1961, Castillo de Aza motiva su propuesta de conceder la distinción al “Jefe” de la siguiente manera:

“Lejos de retractarme de haber lanzado desde la roma Imperial y Cristiana la idea de conferirse el título de Benefactor de la Iglesia en la República Dominicana, al generalísimo y Dr. Rafael  Leónidas Trujillo Molina, me mantengo en el plan de aquel cálido 16 de junio romano”

“Lejos de retractarme de mi propósito, he llegado a la plena convicción de que la Iglesia Católica,  Apostólica y Romana” no registra, en sus anales milenarios, una figura de relieves tan destacados que, en conjunto, haya favorecido con tanta generosidad sus intereses espirituales y de cultura. Solo –y téngase muy presente— la ignorancia en materia de historia eclesiástica puede vislumbrar alguna nube en el cielo despejado de la vida de Trujillo en sus relaciones con la Iglesia. Nadie  que haya estudiado, aun con somero detenimiento, el discurrir de los sucesos eclesiásticos, podrá menor de aplaudir, con ruido entusiasmo, la labor benéfica  de este hombre –humilde y cristiano— para con su Madre, la Iglesia Católica”.

Y añade: “No pecamos de parcialidad al emitir estos juicios. Escribimos vestidos de blanco, en feliz expresión de Miguel Maura. Y las cosas vamos a colocarlas en sus puestos respectivos. El sitial que a Trujillo corresponde en la historia de la Iglesia, no es al lado de los mártires, porque no ha derramado la sangre como Sebastian o Policarpo. Tampoco junto a los teólogos, porque su misión de estadista se ha encauzado por rutas diversas de las que conocieron San Agustín y Santo Tomás  de Aquino. Ni ha abrevado en las fuentes limiadísimas pero difíciles del ascetismo y de la mística, en compañía de Santa Teresa de Jesús y  sor Juana Inés de la Cruz.  Hay que colocarlo (a Trujillo) c omo Constantino, Justiniano y Carlomagno, porque, como ellos, en su calidad de orientador y director de pueblos, dio un brazo de recho a la Iglesia, tutelando sus atribuciones y derechos  y abriéndole horizontes ilimitados de garantías y favores”.

Castillo de Aza en su honra expresa que “no pretendemos para el humilde cristiano nacido en la ciudad de San Cristóbal, bautizado y apadrinado por un sacerdote muerto en olor de santidad, títulos y decoraciones rimbombantes, con sabor a romanismo o bizantinismo preponderante, ante la  iglesia subyugada, comprada a fuerza de concesiones y  favores, sino simplemente el reconocimiento de su acción benéfica para la Iglesia, cuya fe heredara de sus padres y de sus abuelos. Solo queremos para él, el título de BENEFACTOR DE LA IGLESIA. Solo queremos el título, porque en realidad lo ES”.

El padre Zenón Castillo De Aza nació en Higüey y murió en Santo Domingo hace unos seis años. Perteneció a la Orden de los Claretianos.

El Nacional

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