POR: Pedro P. Yermenos Forastieri
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Guido Gómez Mazara, con su decisión de competir por la presidencia del PRD, contribuye a redimensionar su nivel político a lo interno de su Partido porque lo proyecta como alguien que actúa con criterio propio y conforme con una agenda pautada para colocarlo en el epicentro de los acontecimientos.
En adición, demuestra estar consciente de las características esenciales del momento que vive el PRD, influido por un proceso electoral a celebrarse dentro de dos años que va a desatar aspiraciones de muchísima gente que preferirán canalizarlas bajo el amparo de las siglas de un Partido que ni siquiera el pésimo manejo de sus dirigentes ha logrado desarraigar del sentimiento popular.
Como si fuera poco, en política, como en todas las cosas, no se producen vacíos con vocación de permanencia, y el liderazgo mayor perredeista, con sus erráticas tácticas, le ha abierto un espacio que él se apresura a llenar, lo cual es políticamente correcto.
Ahora bien, él no está exento de riesgo en el intrépido camino que ha decidido transitar porque va a participar en una convención en la cual, Miguel Vargas Maldonado, con el innegable aliento de estamentos de poder de la más alta gradación, ha ido montando a imagen y semejanza de sus particulares conveniencias.
La tarea primordial de Guido es propiciar una competencia con un mínimo de equidad, de manera especial en lo que atañe al padrón electoral. Si él loga que se vote a partir de un registro de electores que permita la participación de la gran mayoría de perredeistas, entonces sus posibilidades de salir victorioso del proceso se habrán incrementado, sobre todo si los dirigentes decisorios del Partido no incurren en el infantilismo de dejarle el camino despejado a Miguel Vargas.
Sin embargo, si pese a sus esfuerzos no consigue esas condiciones elementales, y logra demostrar ante la colectividad que no se han alcanzado por comportamientos anti democráticos debe, en ese escenario, considerar la posibilidad de no llegar hasta el final de lo que sería, en tales circunstancias, la crónica de una farsa anunciada. De participar en esas condiciones, podría ser acusado, no con poca justificación, de estar legitimando un absurdo reñido con los más elementales principios de la democracia.
En cambio, si hace todo lo posible y convence a la ciudadanía de las causales que han impedido una convención transparente y de la improcedencia de participar que eso determina, sus ganancias políticas estarían garantizadas.

