Estados Unidos vuelve a bailar en otra batalla contra el peor enemigo, después del narcotráfico, que hoy tiene la región: la corrupción. De no ser por su influencia política tal vez nadie imagina cómo andarían las cosas. Con la autoridad moral que le da la renuncia de un Presidente, Richard Nixon, para evitar someterse a juicio por violar las reglas, Washington, con un sistema judicial que ha actuado como un auténtico guardián de las leyes, se reivindica de su ominoso pasado cuando, en aras de sus intereses, alentaba golpes de Estado, invadía naciones y fomentaba dictaduras a nombre de la lucha contra el comunismo.
La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid) reconoció que había colaborado con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación en las filtraciones que sacaron a flote las 11.2 millones de compañías offshore operadas en Panamá por las firmas de abogados Mossack Fonseca, en las que aparecen gobernantes, empresarios y personalidades. La dimensión del escándalo es tan sideral que solo de República Dominicana se ha dado cuenta de la presencia de unas 486 empresas, con 57 clientes, 67 beneficiarios y 192 accionistas. Pero, como se ha aclarado, la publicación no implica que ninguno esté vinculado a actividades ilegales, aunque sea lo que se sospeche.
El caso es que antes que apoyarse en la colaboración de Estados Unidos para catalogar las filtraciones como una maniobra del imperialismo contra sus enemigos lo sensato es aceptar la cooperación como un aporte a la transparencia. Por principio el primer ministro de Islandia renunció del cargo y el presidente de Argentina, Mauricio Macri, el mismo que acababa de ser bañado de elogios por el presidente Barack Obama durante la visita a su país, se ha puesto a disposición de la justicia. Pero otros, en lugar de aclarar la operación, han optado por la politización del escándalo.
El apoyo a la lucha contra la corrupción y el narcotráfico, así como la reconciliación que ha iniciado con Cuba constituyen una manera de Washington reparar los cuantiosos daños que provocó en la región la política del garrote, hoy cuestionada hasta por sus propias autoridades. Los gobernantes, empresarios y políticos que aparecen en las filtraciones deben explicar a sus pueblos y a la opinión pública internacional la procedencia y por qué prefirieron colocar sus recursos en paraísos fiscales. Con sacar a relucir supuestas conspiraciones no hacen más que incriminarse y escurrir el bulto.
Estados Unidos tiene muchas razones para cooperar contra la corrupción. De esa manera no solo ayuda a combatir las injusticias que alimentan la inseguridad que se vive por doquier, sino a controlar en algo el flujo migratorio que hoy inunda su territorio.