Desde oriente, el uso militar de los elefantes paso al imperio persa, donde fueron empleados en varias campañas. Posiblemente la batalla de gaugamela, que enfrentó, el 1 de octubre de 331 a.c., al rey persa Darío III con Alejandro Magno fuese el primer contacto de un ejercito europeo con los elefantes de guerra. Quince poderosos animales, situados en el centro de las líneas persas, causaron entre los soldados macedonio una impresión tal que Alejandro sintió la necesidad de invocar innumeras veces al dios del miedo, fobos, la noche anterior a la batalla.
Gaugamela fue el mayor de los éxitos de Alejandro, pero los elefantes enemigos le impresionaron hasta el punto de que, en sus campañas posteriores, los incorporó a su propio ejército, reuniendo 200 de ellos tras una difícil expedición a la india para cazarlos. Cinco años después, en la batalla del hidaspes contra el rey poros, Alejandro sabia perfectamente cómo enfrentarse a los elefantes en combate, si bien apenas disponía de unos 20 paquidermos perfectamente adiestrados entre sus filas.
Poros, que gobernaba punjab, Pakistán utilizó en cambio 200 elefantes en la batalla, que pusieron en problemas a Alejandro, aunque logró salir victorioso. El principal enemigo a vencer en cada cabalgadura de elefante era el pavoroso estruendo generado por el fragor en el combate, donde un solo elefante que entrase en pánico actuaría como efecto dominó sobre los demás de su clase, llevando a la devastación a todo un ejército.
En aquellos remotos años, el reino de magadha, situado al este de la india y bengala, contaba con 6.000 elefantes de guerra. El monarca chandragupta maurya llegaría a tener más tarde 9.000 elefantes. Este número era mucho mayor que a los que se habían enfrentado hasta entonces, lo que afectó la moral de los hombres de Alejandro y, en parte, fue la razón de que no siguiese con la conquista de la región.
El caballo era ágil y fácil de acomodarse al terreno, pero el elefante era auténtico tanque de guerra, blindado contra las flechas por los 4 costados, que en veloz carrera causaba pánico, aniquilando docenas de combatientes por cada arremetida de uno sola de estas inmensas bestias. Gracias a su éxito en las batallas, el uso militar de los elefantes se extendió por el mundo. Los sucesores de Alejandro, los Diadocos, utilizaron cientos de elefantes en sus campañas.
Los egipcios y cartagineses iniciaron el adiestramiento de elefantes africanos para la guerra, al igual que los númidas y los kushitas. La especie elegida fue el elefante de la selva, concretamente el norteafricano, que terminaría casi por extinguirse a causa de su sobreexplotación.
El elefante de la sabana africana, mayor que el de la selva, era mucho más difícil de adiestrar, y solamente fue usado en contadas ocasiones. Los elefantes que emplearon los egipcios en la batalla de Rafia en 217 a.c. eran menores que sus contrincantes asiáticos y, sin embargo, les dieron la victoria frente Antíoco III Megas de Siria. Por cada elefante capturado en la jungla para ser llevado a los establos de enfrentamiento, morían 2 o 3 en el intento de captura y su posterior transportación y matrícula. Su alimentación era otro problema, razón por la cual nunca pudo, ni remotamente,, equiparse al caballo como animal de guerra preferido.
De haberse impuesto el elefante sobre el noble corcel en todo el mundo, hoy hablaríamos de estatuas paquidermáicas, en lugar de ecuestres y veríamos a Simón Bolívar o Felipe Ángeles montando sobre su colosal cabalgadura, y los motores de los automóviles tendrían elefantes de fuerza y no caballos con ese poder. No es fantasía, y la prueba está en los indios del oeste americano, que rápidamente adoptaron el caballo como su vehículo de guerra.