Aunque la situación de la mayoría de los hospitales públicos se ha agravado por el inexplicable atraso en la entrega de la magra subvención que reciben, la magnitud del drama que se padece es señal de colapso en los servicios hospitalarios estatales.
En contraste con anuncios de construcción de ciudades de la salud y centros especializados, como el Hospital del Cáncer, que no ha podido operar por falta de equipos, se presenta el dantesco cuadro de hospitales que han degenerado en almacenes de enfermos amontonados en las más penosas condiciones de hacinamiento.
Para que se tenga una idea del desastre hospitalario, se menciona que a causa del retraso en la entrega de subvenciones, el hospital Darío Contreras adeuda 80 millones de pesos a suplidores; el Luis Eduardo Aybar, cien millones, lo que indica que tienen el crédito cerrado y, por consiguiente, no disponen literalmente ni de una aspirina.
Causa vergüenza e indignación la denuncia de que los ratones se comen cadáveres depositados en la morgue del Luis Eduardo Aybar, donde se agotaron las consultas a pacientes hasta el próximo año, y el director de ese centro cree que la solución es demolerlo.
El Gobierno ha prometido equipar las áreas de perinatología y neonatología de la Maternidad La Altagracia, donde en ocasiones son colocados varios recién nacidos con bajo peso en una sola unidad de tratamiento, pero la carencia de insumos y medicina afecta también a hospitales infantiles y a centros de referimientos en todo el país.
No es justo que se obligue a pacientes pobres a esperar hasta tres meses para poder acceder a consulta especializada, sin garantía de que recibirán atención adecuada ni los medicamentos requeridos, porque en la mayoría de los hospitales no hay ni con qué caerse muerto.
El Darío Contreras, el hospital traumatológico más grande del país, carece de recursos, equipos e insumos para poder atender el promedio de 400 pacientes que cada día acuden a requerir servicios hospitalarios, las 60 mil emergencias anuales y las 11 mil cirugías mayores
Por la magnitud del drama, el Gobierno debería decretar en estado de emergencia a los hospitales públicos y procurar recursos para siquiera aliviar tan penosa situación. Tal parece que por la herencia recibida, el presidente Danilo Medina está compelido a hacer lo que nunca se hizo en el ámbito de la salud pública.

