Estamos desde los años noventa del pasado siglo XX hablando de partidos emergentes, y eso hay que revisarlo. No tiene sentido. Hemos usado la palabra emergente como aquello que sobresale en el agua tras haber permanecido hundido por la falta de oxígeno, y nada más. ¿Qué cosa sería un partido emergente?.
Lo que he visto de los llamados partidos emergentes son aspiraciones de personas que se asumen con cualidades para competir como candidatos presidenciales. No he visto ni he notado ningún esfuerzo en organizarse en torno a un proyecto político de cualquier naturaleza orgánica e ideológica con deseos de cambios o nueva ruta para el desarrollo de un país, en contraposición, en cuanto a argumentos, de lo predominante.
No hay una propuesta de partido político, primero, luego de propuesta electoral, segundo. Nada! Simplemente inspiraciones o intentos de reproducción de esquemas latinoamericanos creyéndonos quizás que la realidad es la misma, cuando apenas guardan similitudes en su follaje, aunque habrá raíces más profundas, menos visibles.
Los partidos emergentes se reducen a aspiraciones personales
Al parecer, todos queremos comernos los mangos bajitos. Primero, sembremos, tengamos la paciencia de irrigar la tierra, removerla tantas veces como sea posible, para que germine la semilla que hemos sembrado. Démosle tiempo, cosechemos. Nuestras “emergentes” figuras presidenciales quieren correr antes de caminar, y es imposible.
El éxito de Bosch fue haberse fajado de campana a campana, junto a todo aquel que lo quiso seguir y aceptarlo como guía y mentor para construir un partido político, con ideas, con un pensamiento filosófico que promovió, y con el cual trató de sumar adeptos y aprovechaba los momentos electorales para difundir pensamientos, creencias, un concepto de la política, del gobierno, del Estado, de la sociedad.
No hay nuevos partidos políticos; sí, en cambio, nuevas propuestas electorales, convencidos todos, aparentemente, de que es el camino más correcto para eliminar, de cuajo, lo que han dado en llamar “la mafia peledeísta”. Dudo que así pueda llegarse a algo concreto. Yo, primero, trabajaría en construir (y vuelvo a usar la palabra) un partido, con una filosofía del Estado, del gobierno, de la administración pública, de la economía y de la sociedad. Luego, presento una propuesta electoral. Pienso, actúo.