Opinión

Entre Berlín y Mujica

Entre   Berlín y Mujica

Cuando a principios de los 90 las bombas se desplomaban sobre Irak, una cadena noticiosa estadounidense entrevistó a un nacido en aquellas tierras alérgicas a la paz.

Le preguntaron que si no temía a lo que se percibía como la desaparición de su nación. La respuesta de aquel ciudadano envolvió la preservación de un pueblo. Contestó que aquello era una destrucción material y que los bombardeos no diezmaban la cultura, sino que la fortalecían como el agua sobre el cemento.

El iraquí entrevistado tenía el espíritu de Nelson Mandela, porque antes de terminar sus respuestas al periodista, lanzó una expresión lapidaria: “Si alguien tiene que morir, que no sea mi enemigo, porque él me hace ver mis errores”.

Eso explica que cuando amparado en una ideología se levantó el Muro de Berlín, que en estos días ha cumplido 25 años de ser echado abajo, quedó dividido el territorio de Alemania, pero no el sentimiento colectivo de un solo pueblo ni mucho menos el de las familias separadas.

Familias navegaban días y noches debajo de la tierra para construirles caminos a sus parientes para que cruzaran por debajo del Muro desde Alemania oriental hacia la occidental, no en busca del lujo de la vitrina del capitalismo en que se había convertido ésta, sino para respirar la libertad.

Además de esos túneles que echaban raíces debajo de la frontera artificial del Muro, otras familias construyeron máquinas voladoras, globos, se lanzaron en poleas sobre los edificios, pasaron clandestinos en trenes que paraban con una linterna en el interior de la tierra.

Hubo uno que trató infructuosamente de pasar la novia en un escarabajo, debajo del tanque de gasolina de un Volkswagen, lo que nos recuerda también ahora a ese vehículo del Presidente más pobre del mundo, Pepe Mujica, quien no se inmutó en estos días cuando un Jéque Árabe le ofreció un millón de dólares por su carro cepillo.

Allá en su casa, donde ha vivido siempre antes de llegar a la Presidencia, van a entrevistarlo, recibiendo los periodistas respuestas filosóficas de la vida, al proclamar que no ha permitido que lo conviertan en una estatua de presidente, como acostumbran las cortes de los palacios

Este Número Uno, a quien han apodado el “Presidente más pobre del mundo”, a pesar de haber dedicado su vida a la ideología que levantó el Muro de Berlín, se revela convencido de que hay que desarrollar el capitalismo para sacar del analfabetismo y la miseria a las masas.

Y sobre esa base, darnos una sociedad diferente, sin la enfermedad del consumismo, causa de la infelicidad, según Mujica, quien dentro de su invernadero de humildad material y espiritual es más rico que Julio Iglesias, porque, como decía Facundo Cabral, necesita menos para vivir.

El Nacional

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