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¿Es libre la ortografía de los apodos?

¿Es libre la ortografía de los apodos?

Quico Tabar

Es incuestionable que con los nombres propios hay que observar las normas gramaticales de la lengua a la que correspondan. Como la nuestra es la lengua española, a esa hemos de circunscribirnos. Los siguientes nombres, incluidos en el repertorio hispánico, para que suenen como se desea deben escribirse así: Jesús, Martín, Álvaro, Úrsula, Ángela, Mario, Alejandro, Herminia, Josefina.

A unos (Jesús y Martín) se les ha marcado la tilde porque son palabras agudas terminadas en ese y ene; otros (Álvaro, Úrsula, Ángela) se tildan porque son voces esdrújulas. Las restantes (Mario, Alejandro, Herminia, Josefina) no llevan acento marcado de acuerdo con una regla: son palabras llanas terminadas en vocal.

Los apodos, sobrenombres, alias o motes, por cuanto identifican a personas, también obedecen a reglas ortográficas. Es así, a pesar del origen incierto de muchos apodos y del contenido ofensivo a la condición humana de otros.

La mayoría de los motes no guardan relación gráfica ni fónica con el nombre original de quien los lleva. De ahí que, en algunos casos, los apodos puedan asumir una ortografía propia, según parecer de quien así es identificado o de quienes escriban la palabra en cuestión.

Unas personas -hombres o mujeres- son apodadas Meme o Memé, sin importar cómo sea su nombre real. Lo cierto es que de la pronunciación depende la escritura. Si fuera aguda, llevará tilde en la última sílaba. Es el mismo caso de Nene y Nené, Titi y Tití, Chichi y Chichí, Tata y Tatá, Pepe y Pepé.

A don Teófilo José Abrahán Tabar Manzur le gusta ser llamado Quico, nombre que podría escribirse de cuatro maneras (Quico, Quiko, Kiko, Kico) pero que el uso propone la primera. Algo parecido ocurre con Cuco (Cuco, Cuko, Kuko, Kuco) pero se aconseja la primera.

¿Qué diremos de los nombres que llevan los sonidos de /y/ y /ll/. No aparecen en las reglas para el uso de la letra ye ni el dígrafo ll. Pero resulta inocultable que hay diversos apodos que requieren de estos signos lingüísticos.

Hemos de mencionar a Yayo, Yaye, Yeyo, Yeya, Yiye, Yiyo, Yoyo, Yoryi, Yuyo. Cada uno soporta cuatro formas de escritura: Yayo, Yallo, Llallo, Llayo.

A mi hermano Ramón Isidro le decimos Yiyo, me parece más grato a la vista esta grafía, pero el artista Yiyo Robles ha optado por la forma Yihyoh y esa es su ortografía.

Los apodos guardan algunas diferencias con los hipocorísticos. Lo primero es que el hipocorístico se usa como designación cariñosa, familiar o eufemística.A veces es una abreviación del nombre, por ejemplo: Pepe, Charo, Lola, Pepín, Tito, Tina, Álex, Gene, Concha o Conchi.

Dice la Ortografía de la lengua española, publicación oficial de las academias, que estos nombres están sujetos a las reglas de nuestro idioma. “Sea cual sea su mecanismo de formación, los hipocorísticos deben someterse a las normas ortográficas del español”. (Ortografía…,pág. 628).Y agrega: Los hipocorísticos de nombres tradicionales españoles que terminen en el fonema /i/ precedido de consonante deben escribirse con -i latina: Conchi, Javi, Juani, Loli, Mari, etc., ya que su escritura con -y vulnera las reglas de nuestro idioma.

A alguien llamado Francisco o Francisca podríamos llamarlo Fran, Franc o Frank, pero ninguna regla impone cuál de las formas es la correcta. Quien sea llamado por un apodo tiene derecho a escoger una forma de escribirlo. Pero si se llamara Jesús y le apodan Chu o se llamara Ernesto, o como fuera, y le apodaran Che, puede estar seguro de que en ambas palabras no es preciso marcar acento, pues son monosílabas.

Los apodos ofrecen libertad de escritura, pero esta es relativa.