Editorial

Escribas ni fariseos

<P>Escribas ni fariseos</P>

En  víspera de la reunión que sostendrá el presidente Danilo Medina  con la misión del Fondo Monetario Internacional para precisar el tipo de acuerdo que  se concertaría con ese gendarme, se menciona revisar 35 leyes de exenciones y exoneraciones, cuya derogación ayudaría a disminuir el abultado déficit  fiscal, principal razón por la que se ha pedido la intervención del FMI.

El presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, Marino Collante, cree que la revisión de esos estatutos  ayudaría también a  disminuir el impacto negativo que podría  generar en los sectores de menor ingreso una reforma fiscal de diseño e implementación obligatoria.

Sin emitir juicio de valor sobre la pertinencia o no de esas leyes  en la promoción de la mentada competitividad empresarial, se considera saludable que todas las opciones posibles sean puestas sobre la mesa  al momento de discutir  sobre reforma tributaria, máxime si el mentado gasto tributario asciende a 118 mil millones de pesos al año, equivalente al 5 % del Producto Interno Bruto (PIB).

Mucho se menciona la idea de  ampliar la base del Impuesto a la Transferencia  de Bienes Industrializados y de Servicios (Itebis) como  remedio infalible para  reducir el déficit fiscal, pero los promotores de esta fórmula olvidan que el 65 por ciento de los empleados públicos y privados  percibe salarios de diez mil pesos mensuales por lo que no están en capacidad de resistir carestía en la canasta familiar.

En estos tiempos  cuando se reclama una gestión pública transparente, es menester que el Estado fiscalice el uso y provecho de las transferencias que realiza para promover competitividad del sector privado y  establezca además  si tales contribuciones  con dinero público han cumplido con  su objetivo y, por tanto,  deben cesar.

Un posible acuerdo con el FMI no debería, no esta vez, sustentarse en la inequidad o pretender que todo el peso del sacrificio fiscal recaiga sobre  clase media y consumidores. El promedio de un 7.2 por ciento de crecimiento del PIB en  los últimos ocho años ha sido rentabilidad mal distribuida, por lo que ahora se requiere que la carga del déficit fiscal se  distribuya conforme a esa realidad para  que los sectores más beneficiados ofrezcan hoy un diezmo mayor.

Conviene, pues, revisar todas las leyes de  exenciones y exoneraciones, evaluar los beneficios que  han producido al sector productivo y a la sociedad toda y determinar si es pertinente o no mantenerlas vigentes o si  esos recursos deben ir a la canasta del bien común.

El presidente Medina tiene la  difícil misión histórica de multiplicar y distribuir panes y peces; pero sólo Jesús, con el auxilio del Padre celestial, pudo hacerlo a partir de la unción divina, por lo que  el mandatario está compelido a identificar las disponibilidades financieras a las que podrían recurrirse para  disminuir el déficit fiscal, sin excluir escribas ni fariseos.

El Nacional

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