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Esperanzas en medio de la crisis

Esperanzas en medio de la crisis

Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com

Cada tiempo tiene el hombre de su anchura, de su “imagen y semejanza”. Éste, que aparenta ahogarnos podría asemejarse al que contempla a alguien que se está ahogando y duda en tirarse al agua a tratar en salvarlo, bajo la premisa que el que se lanza a salvar al que está ahogando se ahoga. Podría pensarse que así andamos todos.
Lo que podría tener algo de verdad, es que estamos viviendo una situación como país, como mundo, que tenemos que aprender a manejarnos mejor, tanto consigo mismo como con los demás; tanto desde la perspectiva de la esperanza como de la crisis de manera creativa para poder contarla individualmente y tenga efectos colectivos.
La vida está en juego, con un adversario inimaginable a simple vista por sus efectos que se acrecientan o no “pasa nada” por la salud que se posea.
De por sí el hombre nace revestido de esperanza. El hombre es una contemplación profunda que en su cabeza ronda, desea un día mejor; siempre de totalidad, rara vez de deseo de pequeñez. Pedimos vivir. Luchamos por vivir y ya eso es un incendio interior reparador, del que nacerán nuevos brotes verdes de frondosidad, tanto humana como vegetal. Un día es toda la vida. En estos momentos lo estamos viviendo. Sobrevivirle a cada día, sin que nos envuelva una nada, un terror de cuatro paredes, de espacios abiertos pero cerrados para nuestras almas.
Nos estamos ahogando y quien nos ve desde la orilla, duda, de lanzarse al agua o darnos la espalda.
Para tener esperanza hay que saber nadar. Y saber nadar es vivir, aprender a vivir que es de toda la vida.
La esperanza es un río crecido, que se puede cruzar de acuerdo a lo que se conozca del río. Necesitamos de nuestra fuerza interna para sobrevivirle a lo que nos toca y ayudar a los demás a que hagan lo mismo.
La esperanza llega después de la crisis, pero esta última hay que superarla primero para tener esperanza, basada en la realidad en que nos desenvolvemos. Con la crisis hay que olvidarse que se estuvo bien hasta ayer, pues destruye nuestras estabilidades internas para crear una nueva, pero va a depender de cómo la asumimos para que tenga efectos de seguir adelante. Que es lo que al final cuenta.
Un día no espera a nadie. Hagamos que estos días nos resulten provechos por nuestra actitud ante nuestra responsabilidad interna y externa.
Nunca como ahora (por ser el aquí, el ahora), de decidir la vida o pasar un mal rato que nos arruine los días venideros, por acto de sentido común ante la vida de los que nos rodean y nuestra, bajo una simple premisa: sea obediente, evítese problemas para que en lo que usted cree de manera caprichosa y desaprensiva, le evite un problema mayor.
Hay que tener fe para salir adelante, porque no hay de otra. Nuestra rebeldía debe ser para cuidarnos y cuidar a los otros. Cumplir con los que nos toca y a la hora de lamentarnos lo hagamos creciendo, luchando, sembrando lo que nos toca y hacemos mejor. Todos tenemos a alguien que nos sirve y les servimos.
Si adquirimos más conciencia que la que se hace alarde, saldremos adelante. Vernos como lo que somos, pero sobre todo, si nos ponemos en riesgos echamos a perder a los que queremos y tenemos el deber de cuidar. Pensando con justeza eso no está bien.
La crisis y la esperanza de este tiempo nuestro, superarla va a depender de nuestra fuerza interior, esa la da en lo que cada quien cree, pero si no tiene como raíz al prójimo, nada vale, todo nuestro esfuerzo es vano. No hay esperanza sin crisis.
No hay futuro si no se permanece vivo, vivo para el otro, para sí mismo. Bájele algo a la irracionalidad, a la irresponsabilidad consigo mismo de creer lo que le conviene sin pensar en lo que está poniendo en juego: su ruina.

El Nacional

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