Se despertaban los niños antes que el sol, y con sus pitos, cornetas y otros sonidos, también despertaban ciudades y pueblos. Era día de estrenar juguetes, Día de los santos Reyes. Casi todos disfrutaban de algo nuevo, aun fuera solo un «tir’ijala», un jueguito de jack o una pistolita de agua.
Algunos tenían que conformarse con jugar con los regalos de los otros. Por suerte, los juguetes para compartir en grupo eran los más divertidos.
En estos días post festividad de reyes, seguramente muchos pequeños están disfrutando juguete nuevo. Y yo, reestreno recuerdos: me han vuelto aquellas historias de cuando era niña y mi madre me limitaba el tiempo con la muñeca para que no se dañara.
Cuidaba que no se perdieran las piezas del pequeño juego de cocina. Imagino que como a mí, también le sucedía con muchos. Los padres de los de mi edad no sabían con detalles sobre la importancia del juego para el desarrollo de los niños.
Aun así, todos jugábamos. Hoy el caso es distinto y lo que sucede es peor: gran parte de los juegos son en una tabla electrónica o en un equipo parecido. No se enteran aún muchos padres, que manipular un juguete no tiene en el niño las mismas funcionen ni ventajas que mover un dedito para dar clic: se pierde mucho la socialización, se limita la actividad física y sobre todo, la emocionalidad. ¡Una pena!
Cuando nació mi hija, aún quedaba mucho de todo aquel periodo de juguetes de plástico, de papel y otros materiales manipulables y representativos de nuestra realidad.
Yo para esta fecha, me volvía a veces loca bajita y me integraba al juego. Hoy solo oro para que no nos arranque la tecnología toda la consciencia, para que el juego vuelva a mover todos los sentidos.
Por: Mary Leisy Hernández